13 de junio de 2013

Ardilla-Cuento con Pictogramas para niños con TEA

Había una vez una ardilla que siempre soñó con luchar contra un gran dragón.




 Todos decían que era muy pequeña para ganarle a un gran dragón.



Pero la ardilla no se detuvo y viajó por el mundo en busca de un dragón.




Un día vio humo saliendo de una cueva y supo que allí encontraría un dragón.


Entró a la cueva y despertó al dragón para que lucharan.


 La ardilla luchó contra el dragón pero no uso armas.


La ardilla y el dragón usaron sus manos para luchar.



Gané-dijo la ardilla felizmente-. Porque piedra le gana a las tijeras.



El dragón aceptó su derrota y volvió a dormir.

Y la pequeña ardilla derrotó al gran dragón jugando a Piedras, papel o tijeras.




NOTA: Esta es una adaptación a un cuento anteriormente publicado en este blog llamado Alicia. La adaptación se realizó pensando en su simplificación para ajustarse a la narración con pictogramas, especialmente recomendada para niños y jóvenes con TEA. Utilicé la aplicación Pictotraductor para producir los pictogramas y procuré reducir la extensión, dando como resultado solo diez enunciados (pensados cada uno para una página completa). Es la primera vez que realizo la adaptación de un cuento a pictogramas y espero que sea de utilidad a quien lo crea necesario.

8 de abril de 2013

Megan III

No importaba cuanto se esforzara, aquel hechizo estaba decidido a escurrirse de su cabeza. Llevaba toda la noche estancada en la misma página de su libro sin poder avanzar un centímetro, por decirlo de alguna forma que se comprenda. Megan cerraba los ojos y veía como las distintas constelaciones se alineaban a su alrededor, le entregaban su preciado poder... pero entonces todo se detenía y abría los ojos de improviso, encerrada de nuevo en su habitación.

Lo había intentado de todo y no lograba nada. Enfurecida, comenzó a pasar hoja tras hojas, buscando algo que pudiera ayudarla a salir de este embrollo. En un apartado leyó que necesitaba más energía vital para desarrollar el hechizo. Entonces tenía que estar más activa, podía hacer eso. Hizo un breve calentamiento, trotó unos cuantos minutos alrededor de su cama, verificó su ritmo cardíaco para comprobar si estaba bombeando más sangre. Se preparó para realizar el hechizo, sintió las constelaciones y nada pasó.

Regresó al libro más enojada que antes y pasó las hojas con violencia hasta llegar a la indicada. Entonces lo vio, una pequeñísima nota al pie de la página que había pasado por alto. Rebuscó en sus cajones hasta encontrar su lupa, acercó la vela y se dispuso a leer.

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"Nota: Para realizar este hechizo en luna llena es necesario recitar la invocación acompañada de los trinos de un zorzal".

Miró hacia la jaula con enfado y vio al pájaro muerto hace tiempo, con su cabeza aplastada para incorporar sus sesos al brebaje que hervía en la chimenea. Cerró el libro suspirando, tomó el caldo y lo botó por la ventana. Tendría que buscar otro pájaro antes de hacer un nuevo intento.

-Al menos deberían advertirte que necesitas al maldito pájaro vivo- reclamó mientras aplastaba el resto del cadáver entre sus dedos.

Autora: Ratona De las calabazas.

4 de febrero de 2013

Un buen día II

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Hoy pensé "si me muriera hoy, ¿me quedaría algo pendiente que hacer durante en mi vida?". Lo pensé un momento y llegué a la respuesta: devolver el libro que pedí a la biblioteca. Hoy fue un buen día.

Autora: Ratona De las Calabazas.

19 de enero de 2013

La niña de los mil nombres

La niña pasó su niñez temprana sumergida en una profunda confusión. Verán, la profe chica no tenía ni la menor idea de como se llamaba. Y no está de más decir que el nombre es la base a partir de la cual uno puede comenzar a conformar la identidad. Pues ella tenía identidad, pero no nombre. O, mejor dicho, no tenía un solo nombre sino muchos, miles de nombres le parecía. Su madre solía llamarla hija pero también Lizzy. Su hermano la llamaba tonta. Sus abuelos le decían mi cielo, sus otros abuelos le decían mi sol. En el Jardín las tías la llaman Elizabeth pero sus amigos solo alcanzan a llamarla Beth. Los primos le decían Lisbeth solo para molestar a su tía, sus tíos le decían niña y sus tías le decían amor o gorda según la ocasión.

Pero el nombre que más le gustaba a la niña era el que le otorgaba su papá: Princesa De las calabazas.

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Autora: Ratona De las calabazas.

18 de enero de 2013

Ciprés

El gran ciprés se pavoneaba frente a los demás árboles moviendo sus altas hojas al compás del viento mientras las raíces que apenas distinguía eran el banquete de termitas.

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Autora: Ratona De las calabazas

17 de enero de 2013

Reflexiones vampíricas III

Intenté caminar más rápido, avanzar lo más que pudiera hasta alcanzar la esquina iluminada. Sabía que me seguía, de eso estaba segura, más era imposible verlo o sentirlo. Su presencia imperceptible era precisamente lo que lo delataba. No estar ahí me indicaba que definitivamente lo estaba. Las sombras me envolvían, la muerte carcomiendo los talones si me retrasaba solo un poco. Apuré más el paso dando las trancadas más largas que me permitían la falda y los tacones. Otra esquina iluminada. Suspiro un momento intentando regular mi respiración antes de re emprender la marcha.

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Cruzo hacia la otra esquina, girando constantemente la cabeza para verificar si aun seguía mi rastro, si podría vislumbrar alguna señal de él. Caminando con la mirada hacia atrás choco de frente, me golpeo la cabeza y caigo semi inconsciente en la vereda. El golpe fue como si hubiese chocado un camión o una pared de concreto. Que sé yo, nunca he chocado con ninguna de las dos cosas. Solo sé que fue duro, fuerte y doloroso como los mil demonios. En el suelo siento que sangra mi boca y mis oídos. La figura contra la que choqué comienza a recuperar movimiento, se agacha y limpia los restos de sangre de mi boca.

-Los libros y las películas son de gran ayuda, ¿sabes?- me susurra mientras lame la sangre de sus dedos-. Ustedes siempre miran para atrás, pero nunca hacia adelante. Tal y como aparece en las películas y los libros. Como si el peligro solo pudiese venir de su pasado, una sombra, ¿no?. Algunas veces, chère, la muerte está justo en frente de tus ojos.

Autora: Ratona De las calabazas

16 de enero de 2013

La fachada

En mi cuadra hay muchas casas abandonadas. Algunas las han derribado para construir estacionamientos, institutos o lo que se les ocurra. Otra siguen de pie, incólumes al paso del tiempo o al menos así lo parecen. Pero hay algunas que están al medio. Las han derrumbado, sin embargo, su fachada sigue en pie. Este hecho me preocupaba un poco porque mis hijos son muy curiosos y si los dejaba corretear por la calle lo más probable es que quisiesen forzar las puertas para entrar a jugar al extenso terreno olvidado.
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Eso era hasta que pasando por enfrente de la fachada vi algo que me llamó la atención. Entre las puertas podía vislumbrarse una ilustración con unos pequeños niños felices corriendo por un campo abierto, esos típicos dípticos que los Testigos de Jehova pasan por debajo de las puertas de las casas. Este hecho me dio una idea y decidí ponerla en práctica. Así que la próxima vez que pasamos con mis hijos por ahí, luego de verificar que el díptico seguía en su lugar, les dije:

-No se les ocurra entrar en esa vieja casa embrujada nunca en sus vidas. El otro día unos niños que no son de por aquí no me quisieron hacer caso y entraron a jugar. Mírenlos, ahí están. Jugando todavía pero atrapados para siempre-terminé dándole un aire dramático mientras señalaba la imagen de los niños en el campo.

Lamentablemente mi brillante plan no dio resultado. Mis hijos me miraron con una cara de suficiencia atroz, me preguntaron que qué edad creía yo que ellos tenían, que sabían que eso era de los Testigos de Jehova, que no los tratara como bebés, que si quería que no fueran a jugar allá lo dijera y no inventara historias idiotas. Eso y mucho más me dijeron, así que seguí avanzando derrotada pero no sin antes advertirles que no entraran nunca si querían conservar sus privilegios con la consola.

Esa misma tarde no pude encontrar a mis hijos por ninguna parte y supe exactamente donde debía buscarlos. Partí de inmediato a la fachada, cruce las puertas procurando evitar que todo se viniera abajo. Pero mi mundo fue el que se derrumbó cuando vi como caí el díptico informativo y mis hijos estaban en su portada, corriendo felices por un campo sin fin.

Autora: Ratona De las calabazas