15 de noviembre de 2012

La princesa Berenjena

La princesa Berenjena desde pequeña fue hermosa. Su piel clara y suave, al tacto bastante esponjosa, siempre le otorgó un aire pensativo. Su bellos ojos amarillos resaltaban entre su rizado cabello, su sonrisa amable alegraba a todos quienes la saludaban. Su vestido violeta solía verse flotando entre el verde del prado.

A pesar de su radiante presencia, Berenjena nunca fue completamente feliz. Todas su amigos, familiares y conocidos eran de piel oscura y hermosa. En cambio, a ella le faltaba color. En lugar de sonrosarse, sus mejillas amarilleaban.  Era tan blanca que no se diferenciaba del márfil de palacio. Y ella se sentía extraña, ajena a todos aquellos que la amaban.

Una tarde, sumida en su tristeza, decidió acercarse a un templo de Padmanabha para apaciguar su alma. Mientras se encontraba ahí su alma comenzó a escapar por sus ojos y llenó con sus lágrimas el piso del templo. Cuando sus lágrimas se agotaron y su alma se aquietó vio un pequeño padma flotando hacia ella. Al cogerlo en sus manos, la princesa Berenjena vio como el padma comenzó a crecer cada vez más, hasta ser casi de su porte. Ya no podía sostenerlo y tampoco movía su cuerpo. Mas Padmanabha le transmitió desde el padma que su deseo se había hecho realidad y que ahora su piel era tan oscura como la de sus seres queridos.

La princesa Berenjena vivió una larga y feliz vida. Tuvo mucho hijos que poblaron todo su reino, todos ellos con el mismo color oscuro en su piel. Pero al comer uno de sus hijos hay que tener cuidado, nunca olvides hervirlo. Porque, tal vez, en lugar de una deliciosa berenjena puedas comerte un pequeño niño blanco con ojos amarillos.

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Autora: Ratona De las calabazas.

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