21 de noviembre de 2012

La casa sola

A seis cuadras de la plaza, emplazada en toda una esquina, hay una casa sola. No es muy grande pero tiene ventanas por ambos costados que dan a las calles poco transitadas. Por esta razón la casa en su interior siempre está bien iluminada. Su patio es más bien pequeño y un poco descuidado, con algunos árboles frutales un tanto secos y rosales sin podar.

La casa, a pesar de estar vacía, siempre está limpia y ordenada. Todos los muebles tienen un aspecto inmaculado, ni una mota de polvo sobre el televisor, sin marcas de dedos en la mesa de comedor. Nada queda fuera de lugar, cada loza en su propio anaquel, los libros en la estantería ordenados por autor y título, la ropa planchada, doblada y organizada por colores.

Las habitaciones, también vacías, están llenas de fotos en sus repisas. Personas borrosas riéndole a personas que no conocen, luciendo una felicidad de retrato. Las camas hechas, ningún calor en los colchones, ningún sueño en las almohadas.

Después del colegio me voy siempre a la casa sola. Con un paso lento, porque realmente no quiero llegar ahí. Llego, dejo mi mochila en el sillón, me siento a ver televisión un momento y la casa consume mi existencia hasta desaparecer. Esta es la casa de mi familia. Una casa sola.

Autora: Ratona De las calabazas.

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