15 de enero de 2013

Alicia


Había una vez, en un reino muy muy cercano, una pequeña ardilla llama Alicia. Esta ardilla  siempre había querido ser una aventurera y su mayor sueño era derrotar a un gran y terrible dragón. Por supuesto, todos le decían a Alicia que ella era muy pequeña, que no era posible que alguna vez derrotara a un dragón. Sin embargo, ella no se rendía y mantuvo sus intenciones siempre.

Cueva de Dragon
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A penas tuvo una oportunidad emprendió un largo viaje por planicies y valles hacia la cueva de un dragón. Porque dragones y cuevas hay muchos, pero un dragón en una cueva es difícil de encontrar. Sobre una colina empinada vio volutas de humo y supo que su momento había llegado. Se preparó como pudo aunque en realidad no hizo mucho. Se ajustó el cinturón de sus pantalones, se abrochó el abrigo y se limpió la cola. Lo último solo en el caso de que muriera, no quería que su madre viera su cadáver con una cola sucia. Chamuscada, sí, pero nunca sucia.

Se acercó poco a poco a la entrada y entrevió al dragón. No le serviría de nada si estaba durmiendo, cualquiera puede derrotar a un dragón dormido. Ella lo haría despierto. Lanzó unas piedritas al interior de la cueva hasta que logró despertar al dragón. Entonces entró y lo vio: grande, espeluznante, serpentino. Unos ojos rojos que traspasan la piel, unos colmillos que chorreaban sangre, una nariz que anticipaba su fin. Pero Alicia no se amedrentó. Enfrentó su mirada a la del dragón, sin pestañear en ningún momento. Adelantó su mano derecha lentamente, vacía y cerrada. Ninguna arma empuñada. Esperando el momento. Sin titubear. El dragón pareció entender sus intenciones, supo que aquella pequeña ardilla quería desafiarlo. Y no la dejaría irse así como así. Adelantó su garra, lentamente. Había llegado el momento crucial.

-¡Cachipún! Já, gané, gané. Derroté al dragón, piedra rompe tijeras, piedra rompe tijeras- reía y saltaba llena de júbilo Alicia, empuñando en alto su arma vencedora. El dragón, enfurruñado, lanzó una pequeña llamarada para encender cama, se volvió a acostar en las brazas y volvió a dormir.

Y Alicia volvió a su casa, contándole a todo el que quisiera como un día derrotó a un gran dragón solo con una mano empuñada.

Autora: Ratona De las calabazas

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