23 de noviembre de 2012

La lechuga aventurera

Las hortalizas, frutas y verduras viven vidas felices mientras están en el campo. Ellas conocen que su destino es ser cortadas, condimentadas y comidas. En realidad, ellas no se preocupan mucho por esto. Es más, les gusta ser apreciadas por su buen sabor y se sienten orgullosas por los cumplidos que les otorgan.

Pero una lechuga no tenía ganas de terminar sus días siendo picada en ensalada. Ella quería conocer el mundo, viajar y hacer muchos amigos. Por eso un día decidió armar sus maletas e irse a pasear por las carreteras. A muchas personas les parecía curioso ver una lechuga a un costado del camino y por eso la invitaban a viajar con ellos. La lechuga era muy amable y le gustaba conocer a nuevos amigos. Sin embargo procuraba ser precavida y evitaba los lugares en donde convivían conejos, roedores o animales que pudiesen ser una amenaza.

Un día, la lechuga se encontró en una encrucijada. Ya se estaba poniendo café en sus esquinas, eso significaba que muy pronto se secaría. Entonces no sabía si continuar su largo viaje o rendirse a su destino y ser parte de un delicioso almuerzo. Mientras meditaba sentada en un tocón al lado de una autopista un halcón se acercó y le preguntó la razón de sus cavilaciones.

-Me gustaría, oh halcón, poder conocer todo el mundo. Pero mis hojas ya se están secando y me queda poco tiempo. No me gustaría terminar mi vida cortada en juliana.

El halcón pensó unos momentos y encontró una solución.

-Tengo una propuesta para ti, lechuga aventurera. Yo conozco una familia de conejos silvestres que ha sufrido mucho por la sequía. Si no encuentran alimentos pronto sus crías morirán de hambre. Prometo llevarte en mi pico volando por el cielo para que puedas conocer todo el mundo conocido, siempre y cuando al volver te dejes comer por los conejos.

La lechuga se entristeció un poco ya que si aceptaba sería devorada y ella no deseaba ser la cena de nadie. Pero finalmente sus ansías de conocer el mundo fueron más grandes y aceptó la propuesta del halcón.

El ave cumplió su palabra y la lechuga conoció el mundo de cordillera a mar, de valles a desiertos, de glaciares a volcanes. Hasta que todo fue visto y todo conocido. La lechuga se preparó para ser comida, satisfecha de su viaje.

El halcón le presentó a la familia de conejos y la lechuga pudo ver como estaban desnutridos. Saludó a todos y una pequeña cría se acercó a ella.

-Muchas gracias señora lechuga por dejar que la comamos. Desde que nací he tenido mucha hambre y prometo que disfrutaré mucho su sabor.

Y la lechuga sonrío feliz, pensando que es muy distinto ser comida por tan amables conejos a ser cortada en juliana.

Por Ratona De las calabazas

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