16 de enero de 2013

La fachada

En mi cuadra hay muchas casas abandonadas. Algunas las han derribado para construir estacionamientos, institutos o lo que se les ocurra. Otra siguen de pie, incólumes al paso del tiempo o al menos así lo parecen. Pero hay algunas que están al medio. Las han derrumbado, sin embargo, su fachada sigue en pie. Este hecho me preocupaba un poco porque mis hijos son muy curiosos y si los dejaba corretear por la calle lo más probable es que quisiesen forzar las puertas para entrar a jugar al extenso terreno olvidado.
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Eso era hasta que pasando por enfrente de la fachada vi algo que me llamó la atención. Entre las puertas podía vislumbrarse una ilustración con unos pequeños niños felices corriendo por un campo abierto, esos típicos dípticos que los Testigos de Jehova pasan por debajo de las puertas de las casas. Este hecho me dio una idea y decidí ponerla en práctica. Así que la próxima vez que pasamos con mis hijos por ahí, luego de verificar que el díptico seguía en su lugar, les dije:

-No se les ocurra entrar en esa vieja casa embrujada nunca en sus vidas. El otro día unos niños que no son de por aquí no me quisieron hacer caso y entraron a jugar. Mírenlos, ahí están. Jugando todavía pero atrapados para siempre-terminé dándole un aire dramático mientras señalaba la imagen de los niños en el campo.

Lamentablemente mi brillante plan no dio resultado. Mis hijos me miraron con una cara de suficiencia atroz, me preguntaron que qué edad creía yo que ellos tenían, que sabían que eso era de los Testigos de Jehova, que no los tratara como bebés, que si quería que no fueran a jugar allá lo dijera y no inventara historias idiotas. Eso y mucho más me dijeron, así que seguí avanzando derrotada pero no sin antes advertirles que no entraran nunca si querían conservar sus privilegios con la consola.

Esa misma tarde no pude encontrar a mis hijos por ninguna parte y supe exactamente donde debía buscarlos. Partí de inmediato a la fachada, cruce las puertas procurando evitar que todo se viniera abajo. Pero mi mundo fue el que se derrumbó cuando vi como caí el díptico informativo y mis hijos estaban en su portada, corriendo felices por un campo sin fin.

Autora: Ratona De las calabazas

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