13 de junio de 2013

Ardilla-Cuento con Pictogramas para niños con TEA

Había una vez una ardilla que siempre soñó con luchar contra un gran dragón.




 Todos decían que era muy pequeña para ganarle a un gran dragón.



Pero la ardilla no se detuvo y viajó por el mundo en busca de un dragón.




Un día vio humo saliendo de una cueva y supo que allí encontraría un dragón.


Entró a la cueva y despertó al dragón para que lucharan.


 La ardilla luchó contra el dragón pero no uso armas.


La ardilla y el dragón usaron sus manos para luchar.



Gané-dijo la ardilla felizmente-. Porque piedra le gana a las tijeras.



El dragón aceptó su derrota y volvió a dormir.

Y la pequeña ardilla derrotó al gran dragón jugando a Piedras, papel o tijeras.




NOTA: Esta es una adaptación a un cuento anteriormente publicado en este blog llamado Alicia. La adaptación se realizó pensando en su simplificación para ajustarse a la narración con pictogramas, especialmente recomendada para niños y jóvenes con TEA. Utilicé la aplicación Pictotraductor para producir los pictogramas y procuré reducir la extensión, dando como resultado solo diez enunciados (pensados cada uno para una página completa). Es la primera vez que realizo la adaptación de un cuento a pictogramas y espero que sea de utilidad a quien lo crea necesario.

8 de abril de 2013

Megan III

No importaba cuanto se esforzara, aquel hechizo estaba decidido a escurrirse de su cabeza. Llevaba toda la noche estancada en la misma página de su libro sin poder avanzar un centímetro, por decirlo de alguna forma que se comprenda. Megan cerraba los ojos y veía como las distintas constelaciones se alineaban a su alrededor, le entregaban su preciado poder... pero entonces todo se detenía y abría los ojos de improviso, encerrada de nuevo en su habitación.

Lo había intentado de todo y no lograba nada. Enfurecida, comenzó a pasar hoja tras hojas, buscando algo que pudiera ayudarla a salir de este embrollo. En un apartado leyó que necesitaba más energía vital para desarrollar el hechizo. Entonces tenía que estar más activa, podía hacer eso. Hizo un breve calentamiento, trotó unos cuantos minutos alrededor de su cama, verificó su ritmo cardíaco para comprobar si estaba bombeando más sangre. Se preparó para realizar el hechizo, sintió las constelaciones y nada pasó.

Regresó al libro más enojada que antes y pasó las hojas con violencia hasta llegar a la indicada. Entonces lo vio, una pequeñísima nota al pie de la página que había pasado por alto. Rebuscó en sus cajones hasta encontrar su lupa, acercó la vela y se dispuso a leer.

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"Nota: Para realizar este hechizo en luna llena es necesario recitar la invocación acompañada de los trinos de un zorzal".

Miró hacia la jaula con enfado y vio al pájaro muerto hace tiempo, con su cabeza aplastada para incorporar sus sesos al brebaje que hervía en la chimenea. Cerró el libro suspirando, tomó el caldo y lo botó por la ventana. Tendría que buscar otro pájaro antes de hacer un nuevo intento.

-Al menos deberían advertirte que necesitas al maldito pájaro vivo- reclamó mientras aplastaba el resto del cadáver entre sus dedos.

Autora: Ratona De las calabazas.

4 de febrero de 2013

Un buen día II

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Hoy pensé "si me muriera hoy, ¿me quedaría algo pendiente que hacer durante en mi vida?". Lo pensé un momento y llegué a la respuesta: devolver el libro que pedí a la biblioteca. Hoy fue un buen día.

Autora: Ratona De las Calabazas.

19 de enero de 2013

La niña de los mil nombres

La niña pasó su niñez temprana sumergida en una profunda confusión. Verán, la profe chica no tenía ni la menor idea de como se llamaba. Y no está de más decir que el nombre es la base a partir de la cual uno puede comenzar a conformar la identidad. Pues ella tenía identidad, pero no nombre. O, mejor dicho, no tenía un solo nombre sino muchos, miles de nombres le parecía. Su madre solía llamarla hija pero también Lizzy. Su hermano la llamaba tonta. Sus abuelos le decían mi cielo, sus otros abuelos le decían mi sol. En el Jardín las tías la llaman Elizabeth pero sus amigos solo alcanzan a llamarla Beth. Los primos le decían Lisbeth solo para molestar a su tía, sus tíos le decían niña y sus tías le decían amor o gorda según la ocasión.

Pero el nombre que más le gustaba a la niña era el que le otorgaba su papá: Princesa De las calabazas.

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Autora: Ratona De las calabazas.

18 de enero de 2013

Ciprés

El gran ciprés se pavoneaba frente a los demás árboles moviendo sus altas hojas al compás del viento mientras las raíces que apenas distinguía eran el banquete de termitas.

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Autora: Ratona De las calabazas

17 de enero de 2013

Reflexiones vampíricas III

Intenté caminar más rápido, avanzar lo más que pudiera hasta alcanzar la esquina iluminada. Sabía que me seguía, de eso estaba segura, más era imposible verlo o sentirlo. Su presencia imperceptible era precisamente lo que lo delataba. No estar ahí me indicaba que definitivamente lo estaba. Las sombras me envolvían, la muerte carcomiendo los talones si me retrasaba solo un poco. Apuré más el paso dando las trancadas más largas que me permitían la falda y los tacones. Otra esquina iluminada. Suspiro un momento intentando regular mi respiración antes de re emprender la marcha.

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Cruzo hacia la otra esquina, girando constantemente la cabeza para verificar si aun seguía mi rastro, si podría vislumbrar alguna señal de él. Caminando con la mirada hacia atrás choco de frente, me golpeo la cabeza y caigo semi inconsciente en la vereda. El golpe fue como si hubiese chocado un camión o una pared de concreto. Que sé yo, nunca he chocado con ninguna de las dos cosas. Solo sé que fue duro, fuerte y doloroso como los mil demonios. En el suelo siento que sangra mi boca y mis oídos. La figura contra la que choqué comienza a recuperar movimiento, se agacha y limpia los restos de sangre de mi boca.

-Los libros y las películas son de gran ayuda, ¿sabes?- me susurra mientras lame la sangre de sus dedos-. Ustedes siempre miran para atrás, pero nunca hacia adelante. Tal y como aparece en las películas y los libros. Como si el peligro solo pudiese venir de su pasado, una sombra, ¿no?. Algunas veces, chère, la muerte está justo en frente de tus ojos.

Autora: Ratona De las calabazas

16 de enero de 2013

La fachada

En mi cuadra hay muchas casas abandonadas. Algunas las han derribado para construir estacionamientos, institutos o lo que se les ocurra. Otra siguen de pie, incólumes al paso del tiempo o al menos así lo parecen. Pero hay algunas que están al medio. Las han derrumbado, sin embargo, su fachada sigue en pie. Este hecho me preocupaba un poco porque mis hijos son muy curiosos y si los dejaba corretear por la calle lo más probable es que quisiesen forzar las puertas para entrar a jugar al extenso terreno olvidado.
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Eso era hasta que pasando por enfrente de la fachada vi algo que me llamó la atención. Entre las puertas podía vislumbrarse una ilustración con unos pequeños niños felices corriendo por un campo abierto, esos típicos dípticos que los Testigos de Jehova pasan por debajo de las puertas de las casas. Este hecho me dio una idea y decidí ponerla en práctica. Así que la próxima vez que pasamos con mis hijos por ahí, luego de verificar que el díptico seguía en su lugar, les dije:

-No se les ocurra entrar en esa vieja casa embrujada nunca en sus vidas. El otro día unos niños que no son de por aquí no me quisieron hacer caso y entraron a jugar. Mírenlos, ahí están. Jugando todavía pero atrapados para siempre-terminé dándole un aire dramático mientras señalaba la imagen de los niños en el campo.

Lamentablemente mi brillante plan no dio resultado. Mis hijos me miraron con una cara de suficiencia atroz, me preguntaron que qué edad creía yo que ellos tenían, que sabían que eso era de los Testigos de Jehova, que no los tratara como bebés, que si quería que no fueran a jugar allá lo dijera y no inventara historias idiotas. Eso y mucho más me dijeron, así que seguí avanzando derrotada pero no sin antes advertirles que no entraran nunca si querían conservar sus privilegios con la consola.

Esa misma tarde no pude encontrar a mis hijos por ninguna parte y supe exactamente donde debía buscarlos. Partí de inmediato a la fachada, cruce las puertas procurando evitar que todo se viniera abajo. Pero mi mundo fue el que se derrumbó cuando vi como caí el díptico informativo y mis hijos estaban en su portada, corriendo felices por un campo sin fin.

Autora: Ratona De las calabazas

15 de enero de 2013

Alicia


Había una vez, en un reino muy muy cercano, una pequeña ardilla llama Alicia. Esta ardilla  siempre había querido ser una aventurera y su mayor sueño era derrotar a un gran y terrible dragón. Por supuesto, todos le decían a Alicia que ella era muy pequeña, que no era posible que alguna vez derrotara a un dragón. Sin embargo, ella no se rendía y mantuvo sus intenciones siempre.

Cueva de Dragon
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A penas tuvo una oportunidad emprendió un largo viaje por planicies y valles hacia la cueva de un dragón. Porque dragones y cuevas hay muchos, pero un dragón en una cueva es difícil de encontrar. Sobre una colina empinada vio volutas de humo y supo que su momento había llegado. Se preparó como pudo aunque en realidad no hizo mucho. Se ajustó el cinturón de sus pantalones, se abrochó el abrigo y se limpió la cola. Lo último solo en el caso de que muriera, no quería que su madre viera su cadáver con una cola sucia. Chamuscada, sí, pero nunca sucia.

Se acercó poco a poco a la entrada y entrevió al dragón. No le serviría de nada si estaba durmiendo, cualquiera puede derrotar a un dragón dormido. Ella lo haría despierto. Lanzó unas piedritas al interior de la cueva hasta que logró despertar al dragón. Entonces entró y lo vio: grande, espeluznante, serpentino. Unos ojos rojos que traspasan la piel, unos colmillos que chorreaban sangre, una nariz que anticipaba su fin. Pero Alicia no se amedrentó. Enfrentó su mirada a la del dragón, sin pestañear en ningún momento. Adelantó su mano derecha lentamente, vacía y cerrada. Ninguna arma empuñada. Esperando el momento. Sin titubear. El dragón pareció entender sus intenciones, supo que aquella pequeña ardilla quería desafiarlo. Y no la dejaría irse así como así. Adelantó su garra, lentamente. Había llegado el momento crucial.

-¡Cachipún! Já, gané, gané. Derroté al dragón, piedra rompe tijeras, piedra rompe tijeras- reía y saltaba llena de júbilo Alicia, empuñando en alto su arma vencedora. El dragón, enfurruñado, lanzó una pequeña llamarada para encender cama, se volvió a acostar en las brazas y volvió a dormir.

Y Alicia volvió a su casa, contándole a todo el que quisiera como un día derrotó a un gran dragón solo con una mano empuñada.

Autora: Ratona De las calabazas

14 de enero de 2013

Una más


Una historia más, por favor, una sola historia más. El búho pedía con ahínco mientra ululaba con insistencia.

Una sola más, te lo prometo, una más. Hasta mañana. La araña tejía y tejía, atenta a lo que ocurría.

Yo quiero ser el protagonista ahora, por favor, quiero ser una gran caballero que se enfrenta a un horrendo dragón. La ardilla entusiasta le rogaba sin cesar.

La ratone se acomodó en su calabaza, se ajustó los lentes para leer (aunque no los necesitara, pero creía que le daba cierto encanto a veces) y acarició su libro antes de abrirlo. Las páginas del libro estaban todas en blanco, cada una y todas ellas. Pero de esas hojas cada noche surgían nuevas historias. Algunas eran tristes, otras alegres. Algunas eran mejores que otras. Pero siempre habían más historias surgiendo en esas hojas en blanco.

-¿Estás seguro? Los dragones pueden ser muy bondadosos. No te conviene ir con ganas de enfadar uno tampoco. Sí, ¿seguro? Pues bien.

Había una vez, en un reino muy muy cercano, una pequeña ardilla llama Alicia. Esta ardilla...
Autora: Ratona De las calabazas

13 de enero de 2013

Cinco sentidos

La profesora terminó de dibujar en la pizarra con su gastada tiza y se dirigió a sus estudiantes, un pequeño grupo de quince niños cuyas edades fluctuaban entre cuatro y cinco años.

-Niños, ¿cómo se llama este sentido?-preguntó la docente al tiempo que señalaba el dibujo de una oreja humana.

-Audición, el sentido de la audición-respondió una pequeña niña pelirroja, levantando su mano al mismo tiempo.

-Muy bien, Karina, muy bien- replicó la profesora, al tiempo que señalaba la siguiente figura-. Y este otro sentido, ¿cómo se llama?- hizo una pausa para que alguien respondiera y como nadie lo hizo decidió darles la respuesta-. Gusto, este sentido se llama gusto. No como en "es un gusto conocerlos", sino que cuando comemos algo y podemos SENTIR su sabor... eso se llama gusto. Vamos al siguiente.

-Ese es el tacto-respondió Miguel sin esperar que la profesora planteara la pregunta.

-Sí, eso es correcto. Este es el sentido del tacto. Y este otro, ¿cuál es? ¿Nadie lo sabe? Bueno, este pequeñito de aquí es el olfato, es decir, cuando podemos sentir olores. Y este último, ¿lo conocen?-terminó de preguntar la profesora.

-Ese es el sentido de la vista-respondió Jaime, algo adormilado.

-¡Muy bien, Jaime!-dijo la profesora subiendo un poco el tono para despertar a Jaime. Hizo una pausa y miró con ternura a esos críos, sin nada de conocimiento en sus pequeñas cabezas, esperando a ser rellenadas por su infinita sabiduría-. Entonces, niños, estos son los cincos sentidos que todo ser humano posee. O sea, todas las personas solo podrán ver, oír, oler, escuchar y tocar...

-Eso es mentira- dijo Gisele, una pequeña niña del fondo que no prestaba atención a la profesora. En su lugar, se había dedicado a dibujar un jardín con un gran arcoíris en el fondo. Dejó a medio terminar lo que parecía tener intenciones de convertirse en un unicornio para levantar su vista hacia la pizarra con las ilustraciones de tiza y su profesora estupefacta-. No nos diga mentiras, nosotros tenemos más de cinco sentidos.

-Gisele, amor, estás equivocada-la corrigió la profesora con ternura. Era sabido por todos que Gisele solía tener ideas extravagantes y las defendía con vehemencia. Por ello, la profesora optó por convencerla de su error para evitar cualquier alteración en su clase-. Verás, Gisele, con los oídos podemos escuchar sonidos. Con la piel podemos sentir lo que tocamos. Con la lengua podemos degustar distintos sabores. Con los ojos podemos ver. Y con la nariz podemos disfrutar de los buenos perfumes y escapar de los malos olores- terminó, guiñándole el ojo, esperando haberla convencido y así sanjado la interrupción.

-Yo no le discuto todo lo que nos dijo, profesora. Usted tiene razón- la profesora sonrío e intentó proseguir con la clase, pero Gisele le hizo un gesto dándole a entender que no había terminado. Esa niña definitivamente no actuaba como alguien de su edad-. Lo que yo le digo es que está mintiendo al decir que solo son cinco. O sea, ¿para qué nos quiere tener engañados? ¿o es que decirnos verdades a medias es su idea de educación?

Toda la clase se dio vuelta para mirarla. La profesora no supo que decir. Gisele, al ver tal nivel de expectación y atención en sus palabras. Se levantó de su pupitre y caminó hasta la pizarra. Carraspeó un momento, tal y como lo hacía la profesora antes de dictar las vocales, y comenzó su breve exposición con aire de sapiencia.

-Usted nos quiere convencer que solo existen cinco sentidos, ¿verdad? Gusto, audición, tacto, vista y olfato. Y solo esos. Eso significa que aparte de degustar, oír, sentir, ver y oler no podemos hacer nada más, ¿cierto? Entonces, querida profesora, explíqueme esto: ¿Cómo puedo sentir cuando mi pancita se mueve si no hay piel adentro de nosotros? ¿y por qué sentimos que nos duele la cabeza? Y, si cierro los ojos- Gisele cerró sus ojos, señalándolos a la clase como demostración- y avanzo caminando, ¿cómo puedo sentir dónde es arriba y dónde es abajo?- avanzó por la sala muy derecha-, ¿cómo puedo sentir que estoy caminando en línea recta? Sinceramente, profesora, si nos va a enseñar cosas hágalo bien. Si a usted se lo enseñaron así y nunca lo cuestionó no es mi culpa, pero no me venga a decir que solo tenemos cinco sentidos.

Gisele regresó a su pupitre en medio del silencio total de la sala. Se sentó sin mirar a su profesora, que estaba frente a ella con la boca abierta. Tomó su lápiz y se dispuso a continuar con lo que pretendía ser un unicornio. Pero antes hizo una última pausa, levantó su rostro y preguntó a la clase.

-¿Quieren que cierre la ventana? No vaya a ser que sintamos mucho frío después. 

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Autora: Ratona De las calabazas.

12 de enero de 2013

Reflexiones Vampíricas II


Los vampiros literarios siempre son de dos tipos: horrendo o hermosos, grotescos o seductores. Cuando yo me encontré cara a cara con uno tuve la fortuna de que fuera del segundo tipo. Y lo libros tienen razón: los ojos vampíricos son embriagadores, cuando algún ser de esta especie te mira ya estás perdida. Sus movimientos son intrínsecamente sensuales, su avance es casi felino. El contacto con su piel es cálido, acogedor, incesante. Pero lo más encantador es su aura porque un vampiro te toma, te aferra con tal intensidad que no te das cuenta cuando ya estás rogando para que se alimente de ti, por ser uno mientras succiona tu vida en un frenesí de excitación y descontrol.

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Sin embargo, lo mejor de todo es encontrarse a un vampiro como el que conocí yo, un vampiro humano, un vampiro vivo.

Autora: Ratona De las calabazas.

11 de enero de 2013

Reflexiones Vampírcas I

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"-Este es mi cuerpo... esta es mi sangre..."

Y todos los cristianos son vampiros y teófagos. Los peores humanos existentes, los más amados por Dios.


Autora: Ratona De las calabazas

10 de enero de 2013

Zombies

Mis horas están contadas. Mis segundos de vida se desvanecen rápidamente. Saber el día y la hora de tu muerte puede tener más de un inconveniente, después de todo. Puedo sentir como mi carne se pudre poco a poco, puedo ver como mis compañeros se alejan, escapando de la enfermedad y la sombra del deceso.

Miro el reloj en la pared y comienzo a rezar. Solo un minuto, mi último minuto de vida. Que estupidez, no puedo hacer nada para evitarlo. Solo cierro los ojos. Espero. Y muero.

Ya he muerto. Eso lo sé, ya pasó la hora definitiva. Estoy muerto, pero no me he ido de aquí. Por una esquina aparece una criatura, se acerca a mi y me toma en sus garras. Cambia algo en mí, no puedo saber qué. Me ha dado tiempo de vida, eso lo sé, pero yo estoy muerto ya. Es una vida prestada, una vida que no es mía, una vida que no es vida.

La criatura me deja delante de todos mis ex-compañeros. Ellos, los vivos, siguen en la retaguardia. A mi me han puesto en la línea de ataque, en la línea de avanzada. Miro a mi lado y veo a compañeros que creía muertos, pero que siguen aquí igual que yo. Con vidas falsas, tiempo extendido irreal. Esa es nuestra nueva arma de ataque, me explican. Ahora seremos guerreros infiltrados, atacaremos cuando menos se lo esperen. Ellos piensan que seguimos vivos, me dicen. Esa será su perdición.

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Otra criatura se acerca a mi, me toma, me examina. Me aprueba, de verdad cree que aun tengo vida y no esta vida-zombie de carne pútrida y conciencia culpable. Sonrío solo para mí. Es tu fin, hermano, le susurro bajito. Y nos alejamos de la sección de carnicería, despidiéndome de mis hermanos muertos que siguen esperando en primera fila, vanagloriándose de su carne muerta con una nueva fecha de caducidad.


Autora: Ratona De las calabazas.

9 de enero de 2013

Tatuaje

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Al terminar de pasar la aguja por el último trazo de la espalda, la niña vio como las mariposas extendieron sus alas del tatuaje y salieron volando del local.

Autora: Ratona De las calabazas

8 de enero de 2013

Ritual

Antes de comenzar, comprobó una vez más que tuviera a mano todos los implementos necesarios: brebaje, altar, velas y, lo más importante, el hechizo. Una vez que hubo verificado que cada uno de los aspectos estuvieran correcto, comenzó el ritual.
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Se sacó sus ropas profanas y se colocó la vestidura sagrada. Apagó todas las luces, dejando el recinto casi completamente a oscuras, solamente iluminado por las lejanas y pequeñas velas. Tomó su lugar en el altar y bebió el brebaje dejando que el cálido líquido blanco se deslizara poco a poco por su garganta. Una vez que terminó por completo el contenido del cáliz, se colocó en posición horizontal, preparada para pronunciar las mágicas palabras:

-Por favor, por favor, por favor, déjame dormir esta noche, te lo suplico. Estúpido insomnio, vete de aquí y déjame dormir esta noche.

Luego dejó el vaso de leche en el velador, se tapó hasta el cuello con las frazadas, se giró e intentó, una vez más, dormirse temprano.

Autora: Ratona De las calabazas.

7 de enero de 2013

El saltamontes

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Con un gran salto, el saltamontes se alejó del campo. Estaba cansado de que le dijeran que era flojo como las cigarras, inútil, en fin: una verdadera plaga. ¿Acaso no comía suficientes yuyos para conservar las plantaciones? ¿o su frass no fertilizaba lo suficiente sus plantas? ¿su alimentación no mantenía a raya las plantaciones de sus adversarios?
Con un breve frotar de sus patas contra su abdomen toda su familia emprendió el vuelo. Ahora vería el agricultor qué hacer, cuando no quedara ni un solo saltamontes en el mundo.

Autora: Ratona De las calabazas.

6 de enero de 2013

La lucha de los vegetales

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La región de los tomates siempre tuvo conflictos con la provincia de las papas. Sin embargo, siempre los han unido en las ensaladas porque los humanos desconocen esta enemistad de larga data. Los rábanos nunca se llevaron bien con el repollo. Y ni hablar de los conquistadores choclos, que desplazaron a los porotos a tierras menos fértiles.

Todas las frutas, hortalizas y vegetales tienen sus conflicto. Pero yo, Amo y Señor de este mundo, lleno de bondad y misericordia hacia estas pobres especies he venido a traerles la paz. Y así, declaro que todos serán hermanos cuando estén revueltos en mi estómago. He dicho.

Autora: Ratona De las calabazas.

5 de enero de 2013

Nanas

Los niños en la sala cuna lloraban sin parar. No era que sus cuidadoras no les prestaran atención, sino que simplemente estaban muy ocupadas para atenderlos. Así, mientras veían a los revoltosos más grandes, los pobres bebés lloraban de hambre, frío, humedad o simplemente por practicar con sus pulmones.

Un hada que pasaba por ahí se dio cuenta de esto. Entró por la ventana y vio a los seis infantes de la sala berreando tan fuerte como podían. Intentó recordar qué era lo que su madre hacía cuando ella lloraba de pequeña. Al recordarlo, respiró hondo y se puso a cantar:

A la nanita nana, nanita nana, nanita ea,
el niño está llorando, bendito sea, bendito sea...

Fue repitiendo el canto hasta que todos los bebés conciliaron el sueño. Satisfecha, el hada emprendió nuevamente su rumbo. Lo que nunca supo fue que gracias a su canto todos esos bebés fueron siempre felices, contentos y afortunados, llenando de luz y esperanza a todas las personas que conocieron durante su larga y fructífera vida. Así de amorosas y fuertes son las canciones de cuna de las hadas.
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Autora: Ratona De las calabazas.

4 de enero de 2013

Dos de la madrugada

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Como cada noche, Mariela arregló su habitación temprano para acostarse apenas pudiera. Se acomodó entre las sábanas y se reencontró con Raúl, que la esperba como cada noche. Con su trato amable y dulce, sus caricias suaves y humor blanco, Mariela no había podido evitar enamorarse completamente de él. Y por eso cada noche se quedaba despierta hasta las dos de la madrugada, el horario en que aquél canal transmitía la repetición de la vieja telenovela.

Autora: Ratona De las calabazas

3 de enero de 2013

Moneda



Un día un hombre salío del banco con mucho apuro. Entre su ajetreo una pequeña moneda de quinientos pesos se le cayó pero no notó su ausencia entre todo el dinero que llevaba. Un joven que pasaba por la misma calle vio la moneda, la recogió muy contento y se dijo "con esta moneda me compraré un helado gigante para pasar el calor que he pasado todo este día". Se dirigió feliz hacia la heladería y, en un descuido, la moneda rodó de su bolsillo.

Una mujer que caminaba muy cansada vio la moneda, la recogió y se dijo "con esta moneda me pagaré el pasaje de la micro y mis pies podrán descansar", pero al correr para alcanzar el recorrido que la llevaba a su hogar la moneda se escurrió en su mano y volvió a quedar en el suelo. Un anciano, al verla, se agachó con dificultad a recogerla y se dijo "con esta moneda me compraré cinco hallullas para la once y todos en mi casa podremos comer". Sin embargo, sus pantalones gastados tenían un agujero en su bolsillo y la moneda volvió a huir.

El mismo hombre del banco, sin notar que la moneda era suya, la recoge del suelo como si nada y se la da a un borracho que está al costado de la calle para que deje de molestarlo. El borracho se dirige a la botillería, esperando que el dinero reunido en su limosna le alcance para el vino que le gusta. La moneda de quinientos se escapa del mesón y huye hacia la calle.

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Un niño pequeño, de no más de ocho años, ve la moneda. La levanta, la limpia y se la lleva a su madre. Él sabe que con esa moneda podrá comprar el paracetamol que el doctor le recetó a su hermanita para bajar la fiebre. Acompaña a su madre a la farmacia y se dice "muchas gracias, Diosito,  por ayudarnos ahora". La mujer paga el medicamento y se lo llevan con urgencia. Al anochecer, la pequeña farmacia cierra su caja y el farmacéutico prepara las bolsas para depositar en el banco. Al día siguiente la moneda regresa a los bolsillos del hombre del banco. Y nuevamente comienza su recorrido.

Autora: Ratona De las calabazas.

2 de enero de 2013

Medusa

La clase transcurría con la misma monotonía que todas las de esa mañana. Los estudiantes terminaban una actividad repetitiva y sin mayor esfuerzo mental: responder un listado de preguntas cuyas respuestas se podían encontrar de forma literal en el libro de texto mientras la profesora rellenaba el libro de clases con las últimas notas del semestre.

Poco a poco el ambiente se fue distendiendo. Surgieron papeles fugaces por aquí y por allá, pronto surgieron los susurros que se interrumpían a cada movimiento sospechoso desde la mesa de la profesora. El mateo o matea del grupo de amigos se apresuraba en terminar la tarea para pasarles el cuaderno a los demás y poder continuar con las conversaciones clandestinas.

Todo iba bien hasta que una risa clara y estridente llenó la sala de clases. Automáticamente, todos los estudiantes dirigieron sus vistas a sus mesas, procurando aparentar que se esforzaban en su labor. Los ojos de la profesora se levantaron desde el libro de clases y dirigieron su mirada al curso, petrificando a todos en su posición. El hechizo fue roto al pronunciar un apellido y señalar la puerta, provocando que la alumna en cuestión saliese de la sala y el resto respirara con alivio y tristeza a la vez por su compañera de armas perdida.

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Autora: Ratona De las calabazas

1 de enero de 2013

Megan II

Para las princesas la felicidad es una obligación. Es culpa de los cuentos de hadas, eso está seguro. Porquerías de relatos que solo existen para embotar los cerebros de los infantes babosos que terminan creciendo para convertirse en adultos bobalicones. Estoy harta de ver a niñas pequeñas con tiaras de juguete que cuando me ven me saludan con esas sonrisas estúpidas y vacías.

Pero volviendo al tema, es cierto. La felicidad en las princesas es una obligación.Al igual que la simpatía, la belleza, el encanto y el carisma. Por supuesto, todo lo anterior es fácil de fingir. La belleza viene por herencia así que no hay mucho que hacer en ese campo, además de preocuparme de estar bien vestida y bien peinada. El encanto, simpatía y carisma se pueden ocultar con una sonrisa amable, palabras corteses y silencios contemplativos. Así, además de todo lo anterior, eres humilde y tímida. En resumen, una perfecta princesa.

Ah, pero falta un detalle, ¿cierto? La felicidad de la princesa. ¿Cómo es ese final tan sabido? "Y vivieron felices para siempre". Me parece un final medianamente aceptable. Ahora bien, no hay restricciones para los métodos utilizados al conseguir ese felices para siempre. Al menos, yo no considero tener ningún tipo de restricciones, sin importar quién se entrometa en mi camino. Espero que todos sean muy felices y atentos con esta princesa cuando el último suspiro de vida abandone sus cuerpos. Después de todo, es un mínimo de cortesía que puedo exigir.

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Autora: Ratona De las calabazas