30 de noviembre de 2012

El niño del tiempo

Fuente Imagen
Un niño vive en las arenas del tiempo. Siempre juega con los granos de arena, los cuenta, los ordena. Él sabe perfectamente cuando va a ocurrir cada hecho en el mundo, sabe que nadie está atrasado o adelantado, todos viven en el preciso tiempo del mundo. Cuando el niño de las arenas del tiempo se aburre de jugar con los engranajes de las almas, se pone a saltar, da vuelta su casa y todo vuelve a comenzar.

Autora: Ratona De las calabazas.

29 de noviembre de 2012

Enredos

Fuente Imagen
La fiesta de amigurumis estaba en su apogeo, todos bailando y celebrando el nacimiento de un nuevo compañero. El crochet y la lana estaban entusiasmados tejiendo un osito celeste. Pero como todas las fiestas terminó en una gran discusión, porque llegó el gato Simeón y todo fue un enredo.



Autora: Ratona De las calabazas

28 de noviembre de 2012

De sustos y disgustos

Para todos es normal escuchar relatos de fantasmas, aparecidos y ánimas. Que ven una sombra extraña, una fuerza salida de la nada cierra la puerta por fuera, escuchan que son llamados por su nombre cuando no hay nadie cerca. Las presencias de los difuntos son tan comunes que muchas personas ya no les tienen miedo. Es más, el cine solo ha potenciado esta insensibilización a punta de películas repetidas, mal planteadas, con tramas flojas y efectos especiales de tercera o cuarta categoría.

Fuente Imagen
Esta realidad me hace sentir triste y algo frustrada. Sobretodo cuando te esfuerzas tanto como yo en una labor tan poco apreciada. La última vez quise sorprender a un mortal en un momento inadecuado: cuando estaba en el baño. Azoté fuertemente la puerta cerrada, prendí y apagué las luces y agregué un poco de atmósfera terrorífica. Él solo respondió: "Está ocupado".


Autora: Ratona De las calabazas.

27 de noviembre de 2012

El viejo mundo (Colaboración)

Fuente Imagen

En Palos no lo podían creer. Los marinos lo miraban impresionados, como si fuera un monstruo surgido desde más allá del fin del mundo, mientras que otros pensaban que era el espíritu corrompido de aquel loco que se aventuró a buscar una nueva ruta a Las Indias. 

Una pequeña embarcación se acercaba de forma calmada, bamboleándose suavemente con el oleaje. Finalmente se acercó al muelle y subió por las escaleras. Era un hombre de piel morena, como los moros, pero sin barbas ni ropajes; solo tenía unas pieles como vestimenta y unas cuantas plumas multicolores colgando de su cuello.

De su barcaza tomó un gran atado de hojas que parecían envolver un cuerpo humano. Miró a los marinos estupefactos y en una lengua que vagamente parecía español, les dijo:
"Tomar hombre suyo; no volver a llevar porquerías a nuestra tierra" y se fue con la misma marea que lo trajo. 

Autor: Guilty Tenshi. /Publicación original: ~Spread Out Your Wings and Fly~


26 de noviembre de 2012

La cena de navidad

La Noche Buena pasada tuvimos un milagro navideño en nuestra casa. Ya se aproximaba la media noche y todos nos disponíamos a degustar de la deliciosa cena de Navidad de nuestra abuela. Riquísimos postres, pan de pascua casero, pero el plato principal siempre es su pavo relleno.

Solo que esta vez el pavo tomó más protagonismo del esperado. Cuando mi abuelo se acercó a trozarlo el pavo se levantó por los aires y salió volando en dirección a la cocina. Con el afilado cuchillo en su mano mi abuelo solo atinó a decir "Por todos los santos, un milagro de Navidad". Y comenzó a contarnos como en el nacimiento del niño Dios los animales habían hablado, por lo cual no era de extrañarse ver un pavo volar. Todos escuchamos muy atentos sus historias y, por supuesto, nadie le mencionó haber visto a Maullitos tirar del mantel para adueñarse de una apetitosa cena en la cocina.


Fuente Imagen
Autora: Ratona De las calabazas

25 de noviembre de 2012

Los faroles

Fuente Imagen
Aunque muchos no lo crean los duendes existen. No solo en países lejanos de Europa, acá también hay. Se esconden muy bien de las personas y por eso siempre pasa desapercibidos. Los niños pequeños pueden verlos con mayor facilidad porque están más atentos a lo que pasa a su alrededor, no como los adultos que siempre piensan más en ellos que en el resto de las cosas vivas.

Hoy vi un duende jugando en un farol. De esos decorativos que colocan como luminarias en las calles, junto con las flores ornamentales. Estoy segura de que él se dio cuenta de que lo vi porque cuando giré mi cabeza para verlo mejor ya no estaba. Los adultos dirán "fue tu imaginación, un efecto de la luz" o quién sabe cual otra excusa se puedan inventar. Pero tú y yo sabemos que fue real. Y el duende también.

Autora: Ratona De las calabazas.


24 de noviembre de 2012

La eterna batalla (Colaboración)


Pese a todos los intentos de mantener su fortaleza impenetrable,  todos los días las pulgas pierden su batalla contra el mar. Pero  cada mañana, cuando el sol se recoge a descansar, las pulgas rearman sus defensas.

Autor: Guilty Tenshi.

Fuente Imagen

23 de noviembre de 2012

La lechuga aventurera

Las hortalizas, frutas y verduras viven vidas felices mientras están en el campo. Ellas conocen que su destino es ser cortadas, condimentadas y comidas. En realidad, ellas no se preocupan mucho por esto. Es más, les gusta ser apreciadas por su buen sabor y se sienten orgullosas por los cumplidos que les otorgan.

Pero una lechuga no tenía ganas de terminar sus días siendo picada en ensalada. Ella quería conocer el mundo, viajar y hacer muchos amigos. Por eso un día decidió armar sus maletas e irse a pasear por las carreteras. A muchas personas les parecía curioso ver una lechuga a un costado del camino y por eso la invitaban a viajar con ellos. La lechuga era muy amable y le gustaba conocer a nuevos amigos. Sin embargo procuraba ser precavida y evitaba los lugares en donde convivían conejos, roedores o animales que pudiesen ser una amenaza.

Un día, la lechuga se encontró en una encrucijada. Ya se estaba poniendo café en sus esquinas, eso significaba que muy pronto se secaría. Entonces no sabía si continuar su largo viaje o rendirse a su destino y ser parte de un delicioso almuerzo. Mientras meditaba sentada en un tocón al lado de una autopista un halcón se acercó y le preguntó la razón de sus cavilaciones.

-Me gustaría, oh halcón, poder conocer todo el mundo. Pero mis hojas ya se están secando y me queda poco tiempo. No me gustaría terminar mi vida cortada en juliana.

El halcón pensó unos momentos y encontró una solución.

-Tengo una propuesta para ti, lechuga aventurera. Yo conozco una familia de conejos silvestres que ha sufrido mucho por la sequía. Si no encuentran alimentos pronto sus crías morirán de hambre. Prometo llevarte en mi pico volando por el cielo para que puedas conocer todo el mundo conocido, siempre y cuando al volver te dejes comer por los conejos.

La lechuga se entristeció un poco ya que si aceptaba sería devorada y ella no deseaba ser la cena de nadie. Pero finalmente sus ansías de conocer el mundo fueron más grandes y aceptó la propuesta del halcón.

El ave cumplió su palabra y la lechuga conoció el mundo de cordillera a mar, de valles a desiertos, de glaciares a volcanes. Hasta que todo fue visto y todo conocido. La lechuga se preparó para ser comida, satisfecha de su viaje.

El halcón le presentó a la familia de conejos y la lechuga pudo ver como estaban desnutridos. Saludó a todos y una pequeña cría se acercó a ella.

-Muchas gracias señora lechuga por dejar que la comamos. Desde que nací he tenido mucha hambre y prometo que disfrutaré mucho su sabor.

Y la lechuga sonrío feliz, pensando que es muy distinto ser comida por tan amables conejos a ser cortada en juliana.

Por Ratona De las calabazas

Fuente imagen

22 de noviembre de 2012

Bajo la cama

El caballero vestido de negro se paseaba por el cuarto, esperando con ansiedad. No es que estuviera preocupado, sabía que lo que tenía que suceder sucedería. Era una ansiedad llena de expectativas, no podía esperar a que llegaran los protagonistas. Tenía mucho otros lugares que visitar, otros niños a quienes acompañar, pero quería presenciar esta primera vez.

El niño pronto apareció en la habitación, ya había terminado de lavar sus dientes. Se acostó en su cama y se tapó hasta el cuello. Fingió dormir. Su padre entró poco después, cerró la puerta con pestillo y se acercó a la cama. Vio a su pequeño durmiendo, le acarició el cabello y besó su frente. Se dio cuenta de que la respiración de su hijo estaba agitada.

-Sé que estás despierto- su hijo entreabrió los ojos, imitando los gestos de alguien a quien acaban de despertar-. Solo pasé a desearte dulces sueños- su hijo bostezó y él esperó unos momentos-. Y, en cuanto a lo otro... Sabes, ¿mejor que sea nuestro secreto, no lo crees? Eso es, un secreto padre-hijo, ¿no te parece? Así que sería mejor que no le contaras nada a mamá, ya sabes que ella exagera todo. Es decir, sería mejor por el bien de ambos, ¿de acuerdo?

Cuando el papá caminó hacia la puerta vio como el niño se daba media vuelta y se tapaba hasta la cabeza. Salió y volvió a cerrar con pestillo. El caballero vestido de negro sonreía feliz y decidió quedarse sobre las frazadas de la cama. Sabía que el niño lloraba bajo la cama.


Autora: Ratona De las calabazas.

21 de noviembre de 2012

La casa sola

A seis cuadras de la plaza, emplazada en toda una esquina, hay una casa sola. No es muy grande pero tiene ventanas por ambos costados que dan a las calles poco transitadas. Por esta razón la casa en su interior siempre está bien iluminada. Su patio es más bien pequeño y un poco descuidado, con algunos árboles frutales un tanto secos y rosales sin podar.

La casa, a pesar de estar vacía, siempre está limpia y ordenada. Todos los muebles tienen un aspecto inmaculado, ni una mota de polvo sobre el televisor, sin marcas de dedos en la mesa de comedor. Nada queda fuera de lugar, cada loza en su propio anaquel, los libros en la estantería ordenados por autor y título, la ropa planchada, doblada y organizada por colores.

Las habitaciones, también vacías, están llenas de fotos en sus repisas. Personas borrosas riéndole a personas que no conocen, luciendo una felicidad de retrato. Las camas hechas, ningún calor en los colchones, ningún sueño en las almohadas.

Después del colegio me voy siempre a la casa sola. Con un paso lento, porque realmente no quiero llegar ahí. Llego, dejo mi mochila en el sillón, me siento a ver televisión un momento y la casa consume mi existencia hasta desaparecer. Esta es la casa de mi familia. Una casa sola.

Autora: Ratona De las calabazas.

Fuente Imagen

20 de noviembre de 2012

Megan

El rey y la reina estaban muy preocupados porque su hija Megan no era como todas las princesas. Ellos querían que fuera delicada, femenina, amable. Es decir, lo que siempre se ha esperado de una princesa.

Megan era hermosa, eso no lo dudaba nadie. Pero no conversaba con los cortesanos, no paseaba por los jardines de palacio, no jugaba con los cachorros. Solía encerrarse en su cuarto a solas, leyendo amplios volúmenes polvorientos, manteniendo un mutismo constante.

Una noche su madre se acercó a su cuarto y vio una luz encendida: Megan aun estaba sumergida en un texto codificado con extraños símbolos y figuras. Lentamente caminó hacia ella y le preguntó qué estaba leyendo.

-Un libro de hechizos, madre- le respondió Megan con un dejo de fastidio.
-Y, ¿por qué lees un libro de hechizos, amor?

La reina vio como los ojos de Megan se curvaron un momento y como una sombra oscurecía su semblante.

-Para distraerme antes de dormir, madre-respondió su hija de forma lacónica.

Su madre la dejó sola con su lectura. Y con un pequeño escalofrío, cerró la puerta.

Autora: Ratona De las calabazas.

Fuente imagen

19 de noviembre de 2012

Ratona De las calabazas

Ratona es una ratoncita de buen corazón. Ella vive en un gran huerto lleno de hortalizas, verduras y frutas. A ella le agrada vivir ahí y suele corretear por toda su extensión.

Su papá y su mamá casi siempre están ocupados y ella es muy pequeña para jugar con los otros ratones o salir a pasear sola. Así que solía pasar las tardes sin nada que hacer, solo viendo el atardecer mientras toma un poco de leche.

Pero su papá tenía un secreto que pronto Ratona descubriría. Él poseía unos artilugios mágicos que no lograba descifrar por si misma, solo cuando su padre o su madre los usaban cobraban vida. Así que ella decidió aprender a usarlos.

Escondida en las noches ratoneaba los libros, les comía las orillas y les mascaba las hojas, mas ninguna magia ocurría. Luego comenzó a pasar las hojas y ver los dibujos que tenían en ellas. Y un par de chispas de colores comenzaron a brotar.

Ratona lo intentó y lo intentó, hasta que lo logró. Descifró el código y se preparó para realizar ella misma la magia. La primera vez no pasó mucho, la segunda tampoco. Un poco aburrida lo intentó una tercera vez. Un libro le prometía una magia nueva cada día. Ése debía ser el mejor libro de hechizos de todos.

Y sin tardanza, cada noche Ratona se sumergía en el libro de hechizos. ¿Y tú también lo haces, no? ¿Ya sabes descifrar el código? ¡Cómo que no! Entonces, ¿qué haces leyendo hechizos sin permiso?

A una ratona como Ratona no la puedes engañar fácilmente.



18 de noviembre de 2012

A los cielos

Hoy mi abuelita se fue a los cielos. Eso me dijo mi mamá cuando me trajo el desayuno. Me parece que estaba muy triste, pero me sonrió cuando me pasaba una tostada. Todos se vistieron con ropas muy bonitas pero a mi me pusieron un vestido blanco que no me gustó. Mamá peinó mi cabello en dos trenzas y luego no la vi en toda la mañana. Papá me dijo que tenía muchas cosas que hacer.

Después de comer fuimos a la Iglesia, había muchas personas llorando. Pero vi a Juan y Natalia, así que jugamos un rato en el jardín. Luego fuimos a un parque muy grande, lleno de flores, peluches y hermosos pájaros y veletas que cambiaban con el viento. Un lugar estaba lleno de juguetes y yo quise tomar una muñeca, pero mamá no me dejó.

-Pero no es de nadie- le dije sentándome. No iba a caminar hasta que mamá me dejara tomar la muñeca.

-Es de una pequeña llamada Francisca.

-Pero ella no está aquí, la dejó botada.

-Francisca también se fue a los cielos, amor. Igual que la abuela.

Yo no entiendo cómo alguien se puede ir a los cielos. Por más que miro y miro solo veo algo azul y unas cuantas nubes. Tal vez se van volando, dejando su cuerpo acá. Tal vez se pegan un salto. Mamá me dijo que mi abuela está bien, que es feliz allá. Yo no sé cómo puede ser feliz tan lejos.

En la noche mamá me acostó temprano, no me dejó terminar de ver televisión.

-¿La abuela volverá?

-No, amor. Yo también me iré a los cielos un día, tu papá y también tú. Las personas van y vienen, lo importante es pasarlo bien mientras estemos aquí.

Y cuando me dormía le encontré razón a mi mamá. A mi me gusta ir al parque, pero sé que me  iré en la tarde. Por eso juego mucho mientras estoy ahí.

-Abuelita, espero que juegues mucho en los cielos. Buenas noches.


Autora: Ratona De las calabazas.

Fuente imagen

17 de noviembre de 2012

La rosa y la coneja

Una hermosa rosa vivía en un pequeño rosal. Había nacido como la más bella de sus hermanas y adoraba ser apreciada por todos aquellos que pasearan por su jardín. Pájaros, mariposas, abejas y animales todos la admiraban y elogiaban sin parar.

Una tarde una coneja blanca se escabulló en el jardín escapando de una jauría de perros. Estaba hambrienta, sedienta y cansada y decidió reposar mientras se escondía en la parte inferior del rosal. Comió un poco de pasto, bebió rocío fresco y poco a poco se calmó hasta quedarse dormida. Pero solo fue un momento, porque pronto una voz la despertó.

-Señora coneja, por favor, vaya a dormir a otra parte. Usted no encaja con este entorno, está desaliñada, embarrada y desnutrida. ¿Acaso no se da cuenta de que este rosal solo tiene rosas hermosas? ¿No ve que está hablando con la más hermosa de todas? Le ruego, vaya a otro lugar. No la quiero ver por aquí.

La coneja se desperezó intrigada y salió unos momentos de su escondite para conocer a su interlocutora. En efecto, la rosa era realmente hermosa. Sin embargo, se notaba que su esplendor había pasado hace tiempo, sus hermosos pétalos ya comenzaban a marchitar.

-Hermosa rosa, tenga piedad. He escapado tres días de esa jauría y mis hijos me esperan en mi hogar. He visto la muerte de cerca en mi huida y ya no puedo seguir corriendo más. Por favor, déjame quedarme oculta contigo y tus hermanas.

La coneja le rogó y suplicó, pero pronto todas las rosas del rosal se negaron a que se quedara. Reclamaron y pelearon, armando un lío de proporciones. Tal fue el barullo que el agudo oído de los perros pudieron escuchar a las rosas discutir, dirigiéndose raudos en esa dirección.

Al sentirse atrapada la coneja replicó a la rosa: -Solo pedí ocultarme a tu amparo y tú te negaste por mi aspecto. Mi muerte está próxima, ya lo sé, no puedo correr más. Mis hijos vivirán sin madre y yo desapareceré de este mundo. Pero tú también sufrirás este destino. Ya estás perdiendo tu belleza, tus pétalos se marchitan. Pronto tus hermanas se avergonzarán de ti y se moverán para que caigas más rápido del rosal. Tus pétalos secos se los llevará el viento y nadie llorará tu partida- y, diciendo esto, la coneja se alejó del jardín.

Los perros la cazaron a unos cuantos metros, llevando al fin el apreciado botín a su amo. Esa tarde fue fría, más de lo habitual. Y un fuerte viento remeció los árboles del jardín. La hermosa rosa no vio otro amanecer, no sintió otro rocío, no fue halagada por su belleza nunca más. 

Los pequeños hijos de la coneja esperaron a su madre, pero esta nunca regresó. Sin embargo, no se dejaron abatir y los hijos de sus hijos recuerdan con amor su nombre: Rosa.

Autora: Ratona De las calabazas.

Fuente imagen


16 de noviembre de 2012

Ramiro y Patrifulca

Él era un peluche, pero uno feroz. Su color verde combinaba a la perfección con su personalidad sobreprotectora y a la vez refrescante. Solía hacer rechinar sus puntiagudos dientes, solo por el gusto de escuchar su sonido. A Patrifulca no le gustaba que hiciera eso: el ruido era muy molesto y lograba que sus propios dientes le dolieran. Cada vez que lo hacía, Patrifulca le daba un golpecito en la cola, solo como recordatorio. Para que supiera quién manda en la casa. Como respuesta siempre recibía un mordisco.

Cuando salían de excursión, Ramiro era quién iba en la avanzada. Después de todo, cualquier monstruo no se enfrenta con un gigantesco cocodrilo, aunque este sea de peluche. En las batallas, sin embargo, era Patrifulca la que se llevaba la peor parte. Siempre rescataba a Ramiro en el momento justo, en una ocasión tuvo que realizar un salto mortal desde un empinado risco para evitar que una horda de pelusas asesinas acabara con él. Ramiro a veces se pasaba de feroz y no medía sus verdaderas fuerzas.

-Papá, creo que Ramiro es demasiado audáz- comentó una noche Patrifulca-. Nunca me hace caso y por eso siempre acaba metido en problemas.

-Esa es su personalidad, amor- le replicó su padre-. Puede que en verdad sea demasiado audáz, como tú me dices. Pero eso también significa que es muy valiente. Y que, más que nada, hace todo para protegerte.

Pat meditó esa noche las palabras de su padre. O lo intentó al menos, entre los rechinidos de los dientes de Ramiro. A la mañana siguiente le propuso que salieran en una breve travesía. Esta vez irían más allá de los límites de la Cordillera Fantasmal, aquella que está llena de seres blancos aterradores. Pero en esta oportunidad Patrifulca no intentó rescatar a Ramiro cuando vio sobrepasadas sus fuerzas. Sabía lo que tenía que hacer.

Al anochecer, Pat se rebujó una vez más con Ramiro. Pero su padre notó algo diferente. Un poco de relleno se salía de su cola. "Heridas de guerra, papá" murmuró Pat adormecida, cuando su papá le preguntó qué le había pasado. "Ahora Ramiro está orgulloso, porque esta vez él me ha salvado".

Fuente imagen
Autora: Ratona De las calabazas.

15 de noviembre de 2012

La princesa Berenjena

La princesa Berenjena desde pequeña fue hermosa. Su piel clara y suave, al tacto bastante esponjosa, siempre le otorgó un aire pensativo. Su bellos ojos amarillos resaltaban entre su rizado cabello, su sonrisa amable alegraba a todos quienes la saludaban. Su vestido violeta solía verse flotando entre el verde del prado.

A pesar de su radiante presencia, Berenjena nunca fue completamente feliz. Todas su amigos, familiares y conocidos eran de piel oscura y hermosa. En cambio, a ella le faltaba color. En lugar de sonrosarse, sus mejillas amarilleaban.  Era tan blanca que no se diferenciaba del márfil de palacio. Y ella se sentía extraña, ajena a todos aquellos que la amaban.

Una tarde, sumida en su tristeza, decidió acercarse a un templo de Padmanabha para apaciguar su alma. Mientras se encontraba ahí su alma comenzó a escapar por sus ojos y llenó con sus lágrimas el piso del templo. Cuando sus lágrimas se agotaron y su alma se aquietó vio un pequeño padma flotando hacia ella. Al cogerlo en sus manos, la princesa Berenjena vio como el padma comenzó a crecer cada vez más, hasta ser casi de su porte. Ya no podía sostenerlo y tampoco movía su cuerpo. Mas Padmanabha le transmitió desde el padma que su deseo se había hecho realidad y que ahora su piel era tan oscura como la de sus seres queridos.

La princesa Berenjena vivió una larga y feliz vida. Tuvo mucho hijos que poblaron todo su reino, todos ellos con el mismo color oscuro en su piel. Pero al comer uno de sus hijos hay que tener cuidado, nunca olvides hervirlo. Porque, tal vez, en lugar de una deliciosa berenjena puedas comerte un pequeño niño blanco con ojos amarillos.

Fuente imagen

Autora: Ratona De las calabazas.

14 de noviembre de 2012

El Gato y las sombras


Fuente imagen
Mi prima tiene un gato muy tonto y perezoso. Se llama Simeón y nunca hace nada. Excepto las tardes de verano. Cuando el sol por la tarde pasa a través de las cortinas Simeón corre por la casa intentando atrapar las sombras. “¡Qué es bobo Simeón!” exclamó una tarde mi prima, “aunque trate cada tarde nunca cazará las sombras”. Pero Simeón no estaba de acuerdo y la tarde siguiente lo demostró. Se veía muy contento cuando llegué a visitarlo. Las cortinas estaban rasgadas, todas botadas por el piso. Mi prima lloraba y Simeón ronroneaba con satisfacción. No había sombras en ninguna parte.



Autora: Ratona De las calabazas.

13 de noviembre de 2012

La princesa cocinera

La princesa Primavera es una excelente cocinera. Complace a palacio y a los invitados con sus delicias culinarias, atrae visitantes de todos los reinos cercanos y lejanos. Primavera no es cualquier cocinera. Ella prepara exquisitos platillos con ingredientes al dedillo.  En ningún otro reino se puede saborear las pastas con achicoria sin salpimentar. Los comensales se regocijan cuando prueban sus papas fritas y piden con fervor más zanahorias al morrón.

Pero la princesa Primavera tiene un grave problema. Cuando ella cocina solamente improvisa y olvida anotar lo que pronto va a olvidar. Los reyes, muy preocupados, han consultado consejeros y sabios. “Primavera no tiene ningún remedio” les ha dicho el consejero del medio. “Primavera madurará a su tiempo y ya nada hará sin tiento” replica con soltura el sabio de más altura. “Primavera necesita un susto, uno grave sin duda, uno que le enseñe a ser ordenada y nunca olvide una receta realizada” les dice un consejero bigotón con aires de sapiencia mientras se rasca las orejas con aspecto bonachón.

Los reyes deciden aplicar este plan y se preparan a su hija un gran susto dar. Primavera cocinaba sin parar día y noche, cuando se le acerca su madre y le dice con reproche: “Siempre estás cocinando, para extranjeros y visitantes, y nunca nos preparas algo a mí y a tu padre. Primavera le dice: “No hace falta más espera. Un platillo especial tendrán para la cena”. Y la princesa cocinó con esmero y ahínco, más olvidó como siempre cada paso que hizo. A la hora de la cena les ofrece orgullosa bombones de espinaca, estofado de cebollín y empanada de mandioca. Todos los comensales disfrutan tan singular festín, pero nadie vio como los reyes se ponían de acuerdo con un mohín.

“Me ahogo, me muero” gritó de pronto el rey. “Es alérgico ha algo comido” dice la reina, ahogando un bufido. “Dime, Primavera, ¿qué ingredientes usaste?” pregunta el consejero bigotón. Y Primavera llora a mares, porque olvidó todo de un sopetón: “Tan solo debí anotarlo, ser ordenada y calmada. Ahora mi padre muere por ser tan atolondrada”. Cuando ven su arrepentimiento los reyes y consejeros deciden terminar con todo el teatro y el esmero.

“No llores más mi niña, mi vida no peligra. Pero no olvides anotar tus pasos y ser más cuidadosa”. Primavera salta de alegría al ver a su padre vivo y desde ese día anota cada cosa sin justificativo. Primavera la princesa cocinera hoy es ordenada y compuesta, anotando todas sus ideas en su libro de recetas.


Autora: Ratona De las calabazas.