28 de diciembre de 2012

Repollo

Rebeca era una jovencita hermosa y amable, de pálida piel y hermosos rizos cobrizos. Todos quienes la veían quedaban prendados de su belleza y simpatía, sobretodo con su brillante sonrisa y su buen trato. Mas Rebeca no siempre era tan afable. Esta doncella trabajaba cuidando niños pequeños de familias cercanas que se sentían seguros y satisfechos de que tan maravillosa joven cuidara de sus retoños. Pero la verdad es que Rebeca no solo no es buena cuidando a niños pequeños, en realidad los detesta.

Cuando cuida bebés los deja llorar todo el día sin importarle que debe cambiarles el pañal o darles su biberón, cuando cuida pequeños nunca los deja salir a jugar y los mantiene encerrados en su pieza sin dejarlos siquiera leer un libro, cuando cuida niños más grandes los manda a limpiar toda la casa mientras ellas duerme tranquilamente en el sofá. Cuando los padres finalmente llegan quedan tan encandilados con los afables modales de Rebeca que ni siquiera notan el sufrimiento de sus propios hijos.

Rebeca estuvo mucho tiempo disfrutando del dinero fácil que conseguía siendo niñera, gastándolo en ropa, perfumes, maquillaje y cualquier otro implemento que pudiera hacerla más irresistible. Y continuó torturando niños pequeños sin que ningún padre lo notara. Bueno, casi ningún padre.

Una tarde le tocó cuidar a una pequeña bebé, que según Rebeca, era sencillamente horripilante. Pelada, arrugada, sin dientes, babosa, con los ojos disparejos y una nariz prominente, Rebeca miró una vez a la pequeña y, sin remordimientos, la encerró en su pieza toda la tarde. Se puso sus audífonos, se recostó en el sofá y descansó toda la tarde. Cinco minutos antes de que llegara la mamá de la bebé fue a revisar como estaba. La pequeña se había quedado profundamente dormida, cansada de tanto llorar de hambre y desamor. Satisfecha, Rebeca fue a recibir a la madre.

Apenas abrió la puerta pudo darse cuenta de que algo andaba mal. La madre, tan fea como la hija, la miró con furia y corrió a abrazar a su bebé. Regresó furibunda donde Rebeca y la empujó fuera de la casa, presionando su dedo índice contra su vientre.

-Algún día esa panza crecerá con un bebé dentro, Rebeca, y ese día te arrepentirás de no amar a los niños-le gritó la mujer cerrando a continuación la puerta de un portazo.

Y resultó que la mujer tenía razón. El siguiente mes la sangre de Rebeca no bajó y ella se aterrorizó. Siempre había cuidado de no quedar embarazada cuando estaba con un hombre, pero ningún método es infalible. Decidió ocultarlo a todo el mundo y, cuando llegase el momento, encontrar la forma de deshacerse del bebé. Sus nauseas matutinas se las achacó a una indigestión, su cansancio y dolor de pies a lo agotador que era cuidar niños pequeños. Sus ropas fueron cada vez más anchas y sus fajas más apretadas.

Hasta que llegó el esperado día sin que nadie se enterase. Los dolores comenzaron en la madrugada, afortunadamente para Rebeca, porque cuando ya no aguantaba más sus padres ya se encontraban trabajando. Hizo las labores de parto en el baño, procurándose todo lo necesario para limpiar y no dejar ninguna evidencia. Apenas naciera dejaría el niño con la policía, una iglesia o quién sabe dónde. Cualquier lugar sería bueno, mientras estuviera lejos de ella.

Cual sería su sorpresa cuando vio, luego de mucho pujar, que su vientre alojaba simplemente un gran repollo. Aliviada, suspiró llena de alegría. No solo era increíble, era maravilloso. No había ningún bebé que botar y tenía un buen repollo para preparar el almuerzo. Se dirigió presurosa a la cocina y buscó los ingredientes necesarios para un delicioso cocido de repollo. Echo el repollo picado a la olla con abundante agua y sal. Agregó la morcilla, zanahoria, chorizos, aceite de oliva y vinagre mientras tarareaba feliz. Bailó por la casa mientras  esperaba que todo se cociera a medio fuego y se detuvo solo para agregar las papas. Finalizó agregando los garbanzos y preparando la mesa, justo a tiempo para que sus padres llegaran a almorzar.
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Fuente Imagen

Los recibió amorosamente diciéndoles que había preparado una sorpresa deliciosa y fue alabada cuando les sirvió el delicioso platillo. Comenzaron a comer a gusto, felicitándola por sus habilidades culinarias y Rebeca se sintió en paz. Hasta que su madre se atragantó con un hueso. ¿Un hueso de pollo? Qué tontería, el cocido de repollo no lleva pollo en sus ingredientes. Pero no solo un hueso, sino que varios aparecieron en los platos. Pellejo y vísceras varias se mezclaban con la comida sanguinolenta, el intestino servido junto a las papas, partes de cerebro combinado con los garbanzos. Sus padres comenzaron a vomitar todo lo que alcanzaron a comer del cuerpo hervido de su nieto, muriendo al regurgitar sus propias vísceras. Rebeca fue encontrada muerta horas después, en un descampado cercano a su casa, con un trozo de repollo aferrado a su pecho lleno de leche.

Autora: Ratona De las calabazas

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