31 de diciembre de 2012

Año nuevo

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La Tierra,como siempre, avanzaba tranquilamente por la Vía Láctea mientras bailoteaba con su amiga Luna. De pronto, sintió unas cosquillas en su costado que provocaron unas risas instantáneas.

-¿Qué te pasó, de qué te ríes?-le preguntó curiosa la Luna.

-Estos humanos, para variar-le respondió la Tierra-. No sé por qué pero cada tanto les da por celebrar y me dan muchas cosquillas. Pero no me alcanzo a rascar.

-Si quieres te ayudo a rascarte-le propuso su amiga, ayudándola a calmar su picazón.

Y así fue como un año nuevo cualquiera la humanidad fue destruida por grandes oleajes y terremotos de proporciones apocalípticas. Lo bueno es que la Tierra y su amiga Luna pudieron continuar con sus eternos paseos sin más cosquillas molestas.

Autora: Ratona De las calabazas.

30 de diciembre de 2012

Nubes

Las nubes iban de un lado a otro del cielo jugando a escapar del viento. A veces, el viento las atrapa y todas se enojan tanto que se ponen grises. Cuando el viento se aburre de jugar las nubes lloran de tristeza. Pero cada vez que regresa para comenzar una nueva persecución las nubes ríen arcoíris en el cielo.


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Autora: Ratona De las calabazas.

29 de diciembre de 2012

Manzana

El profesor comenzó a trabajar desde muy joven, en una época en la que los jóvenes eran muy diferentes a los de hoy en día. En su primer día haciendo clases un pequeño niño le regaló una hermosa manzana roja, que al devorarla resultó ser dulce y jugosa. Atesoró el recuerdo del sabor de esa manzana cuando corregía pruebas hasta la madrugada, cuando recibía reclamos de los padres, cuando su escaso sueldo desaparecía de sus bolsillos en menos de tres días.

Sin embargo, el profesor notó que su cuerpo, poco a poco, dejaba de responderle como antes. Sus articulaciones le dolían con el frío, se cansaba más rápido que antes y era cada vez más bajito. ¿O los estudiantes eran cada vez más altos? Mientras más lento caminaba el profesor los niños corrían más rápido, mientras más enfermo se sentía ellos parecían más alegres y vigorosos. Recordando los clásico cuentos de hadas, el viejo profesor supo con certeza qué le había ocurrido. Esa hermosa manzana roja le robó su juventud y sus sueños, dándoselos a los niños que pasaban por sus aulas.

Justo en el momento en que pensaba esto un pequeño jovencito, muy parecido a un niño que conoció algún día, le dejó una manzana roja en su mesa. El profesor le dio las gracias al pequeño revolviendo sus cabellos y dio una gran mordida a esa apreciada frutan con una sonrisa en su rostro.

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Autora: Ratona De las calabazas

28 de diciembre de 2012

Repollo

Rebeca era una jovencita hermosa y amable, de pálida piel y hermosos rizos cobrizos. Todos quienes la veían quedaban prendados de su belleza y simpatía, sobretodo con su brillante sonrisa y su buen trato. Mas Rebeca no siempre era tan afable. Esta doncella trabajaba cuidando niños pequeños de familias cercanas que se sentían seguros y satisfechos de que tan maravillosa joven cuidara de sus retoños. Pero la verdad es que Rebeca no solo no es buena cuidando a niños pequeños, en realidad los detesta.

Cuando cuida bebés los deja llorar todo el día sin importarle que debe cambiarles el pañal o darles su biberón, cuando cuida pequeños nunca los deja salir a jugar y los mantiene encerrados en su pieza sin dejarlos siquiera leer un libro, cuando cuida niños más grandes los manda a limpiar toda la casa mientras ellas duerme tranquilamente en el sofá. Cuando los padres finalmente llegan quedan tan encandilados con los afables modales de Rebeca que ni siquiera notan el sufrimiento de sus propios hijos.

Rebeca estuvo mucho tiempo disfrutando del dinero fácil que conseguía siendo niñera, gastándolo en ropa, perfumes, maquillaje y cualquier otro implemento que pudiera hacerla más irresistible. Y continuó torturando niños pequeños sin que ningún padre lo notara. Bueno, casi ningún padre.

Una tarde le tocó cuidar a una pequeña bebé, que según Rebeca, era sencillamente horripilante. Pelada, arrugada, sin dientes, babosa, con los ojos disparejos y una nariz prominente, Rebeca miró una vez a la pequeña y, sin remordimientos, la encerró en su pieza toda la tarde. Se puso sus audífonos, se recostó en el sofá y descansó toda la tarde. Cinco minutos antes de que llegara la mamá de la bebé fue a revisar como estaba. La pequeña se había quedado profundamente dormida, cansada de tanto llorar de hambre y desamor. Satisfecha, Rebeca fue a recibir a la madre.

Apenas abrió la puerta pudo darse cuenta de que algo andaba mal. La madre, tan fea como la hija, la miró con furia y corrió a abrazar a su bebé. Regresó furibunda donde Rebeca y la empujó fuera de la casa, presionando su dedo índice contra su vientre.

-Algún día esa panza crecerá con un bebé dentro, Rebeca, y ese día te arrepentirás de no amar a los niños-le gritó la mujer cerrando a continuación la puerta de un portazo.

Y resultó que la mujer tenía razón. El siguiente mes la sangre de Rebeca no bajó y ella se aterrorizó. Siempre había cuidado de no quedar embarazada cuando estaba con un hombre, pero ningún método es infalible. Decidió ocultarlo a todo el mundo y, cuando llegase el momento, encontrar la forma de deshacerse del bebé. Sus nauseas matutinas se las achacó a una indigestión, su cansancio y dolor de pies a lo agotador que era cuidar niños pequeños. Sus ropas fueron cada vez más anchas y sus fajas más apretadas.

Hasta que llegó el esperado día sin que nadie se enterase. Los dolores comenzaron en la madrugada, afortunadamente para Rebeca, porque cuando ya no aguantaba más sus padres ya se encontraban trabajando. Hizo las labores de parto en el baño, procurándose todo lo necesario para limpiar y no dejar ninguna evidencia. Apenas naciera dejaría el niño con la policía, una iglesia o quién sabe dónde. Cualquier lugar sería bueno, mientras estuviera lejos de ella.

Cual sería su sorpresa cuando vio, luego de mucho pujar, que su vientre alojaba simplemente un gran repollo. Aliviada, suspiró llena de alegría. No solo era increíble, era maravilloso. No había ningún bebé que botar y tenía un buen repollo para preparar el almuerzo. Se dirigió presurosa a la cocina y buscó los ingredientes necesarios para un delicioso cocido de repollo. Echo el repollo picado a la olla con abundante agua y sal. Agregó la morcilla, zanahoria, chorizos, aceite de oliva y vinagre mientras tarareaba feliz. Bailó por la casa mientras  esperaba que todo se cociera a medio fuego y se detuvo solo para agregar las papas. Finalizó agregando los garbanzos y preparando la mesa, justo a tiempo para que sus padres llegaran a almorzar.
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Los recibió amorosamente diciéndoles que había preparado una sorpresa deliciosa y fue alabada cuando les sirvió el delicioso platillo. Comenzaron a comer a gusto, felicitándola por sus habilidades culinarias y Rebeca se sintió en paz. Hasta que su madre se atragantó con un hueso. ¿Un hueso de pollo? Qué tontería, el cocido de repollo no lleva pollo en sus ingredientes. Pero no solo un hueso, sino que varios aparecieron en los platos. Pellejo y vísceras varias se mezclaban con la comida sanguinolenta, el intestino servido junto a las papas, partes de cerebro combinado con los garbanzos. Sus padres comenzaron a vomitar todo lo que alcanzaron a comer del cuerpo hervido de su nieto, muriendo al regurgitar sus propias vísceras. Rebeca fue encontrada muerta horas después, en un descampado cercano a su casa, con un trozo de repollo aferrado a su pecho lleno de leche.

Autora: Ratona De las calabazas

27 de diciembre de 2012

Almuerzo


Cuando comía los últimos trozos de Pan de Pascua, Simeón apareció en el comedor y comenzó a maullar. El hombre intentó seguir comiendo con tranquilidad pero los constantes maullidos destrozaban sus oídos y su corazón. Se agachó para dejarle un trocito en el suelo cuando notó que Simeón ya tenía un bocadillo propio: entre sus fauces estaban los restos semi devorados de una cucaracha.

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El hombre se levantó de la mesa y se fue del comedor con náuseas, no sin antes dejarle todo lo que quedaba del Pan de Pascua a Simeón. Bueno, admitió el hombre, ese gato sí que sabe ganarse su almuerzo.

Autora: Ratona De las calabazas

26 de diciembre de 2012

La liebre y la tortuga

La liebre y la tortuga se cansaron de competir cada vez que alguien lee su clásica fábula. Así que hicieron las paces, se fueron juntos a buscar un delicioso y helado refresco de piña y abandonaron las páginas del libro, dejando las marcas de sus patas en lugar de letras.


Autora: Ratona De las calabazas


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25 de diciembre de 2012

Feliz Navidad

Animales
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Con el piso lleno de papeles de regalo, cintas repartidas por todas partes y todos los niños jugando de un lado para otro nadie notó cuando Simeón se robó el último trozo de pavo de la mesa. Ronroneando en un rincón, mientras mascaba hasta los huesos, él también tuvo una feliz Navidad.

Autora: Ratona De las calabazas

24 de diciembre de 2012

Noche de paz

Hoy mi mamá me levantó muy temprano. Yo pensé que me iría a dejar al Jardín, pero ella me dijo que la acompañaría a pasear. Pero no fuimos a la plaza ni al parque, sino que estuvimos en el centro toda la mañana. Mamá entró a muchas tiendas, compró muchos regalos y papeles de regalo. Yo le pedí que me comprara un camión que había en una tienda, pero ella me retó. Está muy gruñona. Toda la gente la saluda y ella les dice que "sean felices". ¿No tendrán una mami que los quiera y por eso necesitan ser felices?

Me cansé y le dije a mamá que quería irme a la casa pero ella me volvió a retar. Después de cuatro tiendas más me compró un helado y yo estuve muy entretenido comiéndolo. Cuando se me acabó le pedí otro y ella me dijo que no. Lloré hasta que volvimos a casa. Entonces recordé que hoy viene el Viejito Pascuero y se me pasó.

En la tarde mi mamá me mandó al patio a jugar y no me dejó entrar en el comedor. No importa, pasé toda la tarde cazando chanchitos de tierra. Mamá me gritó cuando vio mi ropa llena de tierra. Me cambió de ropa y me puso una muy bonita. Me dijo que teníamos que ir a recibir al niño Dios en el pesebre esta noche, por eso debíamos vernos lindos. Papá me gritó cuando manché con chocolate el pantalón.

Volvimos a salir y de nuevo todas las personas se deseaban felicidad. Llegamos a una casa llena de gente y un señor con vestido hablaba por un micrófono. Me aburrí así que me escapé de la mano de mamá y papá. Ellos no se dieron cuenta. Caminé por la casa. Había mucha gente, todos vestidos muy bonitos cantaban y repetían lo que decía el señor del vestido. Adelante vi unos animales en el pesebre, donde nació el niño Dios.    Corrí hasta el pesebre y me di cuenta de que los animales no eran reales. El niño Dios estaba entre ellos, casi sin ropa. Su mamá debiera cuidarlo mejor y ponerle ropa bonita como la mía. Él está feliz y parece que quiere dormir, igual que yo. Así que le pido permiso, me acomodo en la paja al lado suyo y le doy las buenas noches.

Autora: Ratona De las calabazas
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23 de diciembre de 2012

Nieve


La nieve cubría toda la calle, durante la noche se había acumulado un gran espesor. Todos los niños corrían contentos, intentando mejorar su puntería para darse unos a otros con grandes bolas húmedas mientras reían a carcajadas.

Eso vi en mi televisión cada Navidad cuando pequeña y siempre quise poder disfrutar una Noche Buena y una Blanca Navidad, pero en el Hemisferio Sur solo nos toca calor y más calor. Pero ya no más. Hoy mi sueño se ha hecho realidad y puedo dar y recibir regalos mientras hago Ángeles de Nieve... ¡Gracias, calentamiento global!
Autora: Ratona De las calabazas

22 de diciembre de 2012

Olvido

Su último día en la escuela se dio cuenta de que había olvidado preguntarle su nombre a la chica que siempre le gustó. Años después solo pudo nombrarla como "Ella".

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Autora: Ratona De las calabazas.

21 de diciembre de 2012

Corazón roto

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El árbol de cerezo en la esquina de la plaza está seco, apolillado y hueco. Hoy los encargados de la municipalidad lo podaron para evitar un posible accidente de un transeunte. Los expertos forestales no pudieron determinar el origen de la afección y se retiraron extrañados dado que el árbol aun era joven. Los otros cerezos se lamentaban mientras se llevaban la leña. El pobre cerezo se había enamorado de una joven pelirroja que rompió su corazón al escribir en su corteza en nombre de otro.

Autora: Ratona De las calabazas.

20 de diciembre de 2012

Un buen día

Se levantó de muy buen ánimo ese día, con una sonrisa en su rostro. Se sirvió desayuno mientras tarareaba su canción favorita, al hacer la cola en el banco cedió su puesta tres veces a personas que estaban más apuradas que él y en el bus se fue de pie todo el camino sin refunfuñar una sola vez. Al medio día saludó con afabilidad a la cajera del local de comida rápida, ayudó con las bandejas a un auxiliar de aseo y le dio el resto de su hamburguesa a un perro callejero. En la tarde trotó hasta la cafetería y sostuvo la puerta para que pasaran tres señoras llenas de bolsas. Al anochecer regresó en bicicleta a su casa, de nuevo tarareando su canción favorita. Al llegar a su casa su esposa lo saludó radiante con un beso en la mejilla.

-¿Cómo estuvo tu día, amor? -le consultó en tono amoroso.

-Muy bien, mi amor. ¿Sabes? Me hubiese gustado tener un día así cuando estábamos vivos.

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Autora: Ratona De las calabazas

19 de diciembre de 2012

Vueltas

Simeón se paseaba por el linving moviendo la cola de un lado para otro. En un momento se subía al sillón, en otro intentaba rasgar las cortinas trepándose en ellas. Luego regresaba al suelo y volvía a pasearse moviendo la cola. Cuando llegó su dueño le maulló incesantemente, con una mueca apesadumbrada en su rostro. Esperó a que el hombre se sacara el abrigo mojado, dejara el paraguas escurriendo y, finalmente, se sentara en el sillón encendiendo el televisor. Entonces Simeón subió de un salto en su regazo, afiló sus garras en los pantalones húmedos y luego de un par de vueltas se enroscó para dormir.

-¡Vaya!- exclamó el hombre mientras rascaba las orejas de Simeón- Parece que no soy el único que se deprime con la lluvia.

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Autora: Ratona De las calabazas.

18 de diciembre de 2012

Amores

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Ella era una joven romántica y enamoradiza. Era una niña enamorada del amor. Como susa mores humanos no se asemejaban a los leídos, comenzó a recolectar amantes de ficción. Poemas, sonetos, odas. Bécquer, Neruda, Baudelaire. Los versos reemplazaban a los besos, las estrofas semejaban las caricias en la piel. Mil amores literarios tuvo en su vida, mil pasiones traspasadas del papel. Mas su sueño era inspirar un poema, que su propia pasión llenara a otros, que su fuego casi extinto quedara perpetuada en su gran amor. Pero su sueño fugaz no llegó a cumplirse. Sólo alcanzó para breve narración.

Autora: Ratona De las calabazas

17 de diciembre de 2012

Cohete



No sabía muy bien de dónde venía o hacia dónde iba, pero le fascinaba verlo pasear. Se acostaba mirando hacia arriba, esperando que nuevamente surcara los cielos. A veces se quedaba dormido esperándolo, otras veces pasaba toda la tarde observando su ir y venir. Esperaba crecer pronto y poder acompañarlo en su viaje, él se convertiría en el piloto de esa maravillosa nave espacial. O al menos, eso era lo que le decía a su madre cada noche, entre balbuceos mientras cenaba su leche, señalando el móvil sobre su cuna.

Autora: Ratona De las calabazas.


16 de diciembre de 2012

Sueño

Todas las noches se tendía en el suelo mirando el cielo nocturno. Se pasaba horas observando los astros y planetas que brillaban a quién sabe cuantos miles de años luz. Todos le decían que era imposible, que nadie viajaría nunca por el espacio. Pero él no se rendía ya que estaba seguro de que algún día se convertiría en el primero en pisar un planeta extraño. Y se dormía soñando con el día en que finalmente pisaría aquel pequeño planeta azul, el tercero desde la estrella madre.

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Autora: Ratona De las calabazas.

15 de diciembre de 2012

No es lo mismo que estar con personas



Sandra y yo siempre hemos sido muy unidas. No solo vamos juntas a todos lados, nos contamos todos nuestros secretos y somos las mejores amigas del mundo. Somos mucho más que eso: somos el mundo la una para la otra. Ella siempre sonríe con mis chistes, incluso cuando ha estado llorando segundos antes. Ella puede solucionar toda mi confusión mental con unas pocas palabras, transformando lo que parecía un gran problema en un claro y acogedor prospecto.

Pero, volviendo al tema, como ya les dije nosotras hacemos todo juntas y esto se debe a que yo la acompaño a donde ella quiera ir. Es que, ¿cómo podría explicarlo? Sandra tiene algunos problemas relacionándose con el resto del mundo. Según ella le basta estar conmigo, pero ustedes entenderán que esto no es posible ni recomendable. Poco a poco he tratado de convencerla para que se abra más al mundo, para que tenga amigos, entable relaciones con otras personas. Sin embargo, ella siempre se ha negado. Hasta el día de hoy.

Nuestro despertar fue el usual. Ella desparramada en la cama por el lado izquierdo, yo apretada en el rincón derecho. El despertador sonó temprano, como todos los días de clases. Nos desperezamos, vestimos, arreglamos, desayunamos. Y llegamos atrasadas como siempre. Por horario Sandra tenía que asistir al taller de Química. A mi me encanta y ella lo detesta, así que intentaba animarla cuando el profesor indicó que trabajarían en parejas para un experimento. A Sandra le tocó como pareja Víctor, un chico simpático de nuestro curso. Nunca he tenido mucho trato con él pero sí con su hermano mayor, Jorge. Una gran amigo mío que valoro y aprecio mucho, casi tanto como a Sandra. Con Jorge fuimos novios el año pasado y aun guardo mucho cariño por él.

Sandra no quería conversar con Víctor, pero insistí e insistí hasta que cedió. Hablaron de cosas triviales: el clima, las notas, la escuela, las pruebas, los profesores, los paseos de fin de año... De pronto, ambos enmudecieron. No pude evitar enojarme un momento, ¡los dos son igual de tímidos! Yo sabía, por lo que Jorge me había contado, que Víctor solía ser un chico muy extrovertido. Así que me acerqué a él y le aconsejé que fuera más amable con mi querida Sandra... o si no se las vería conmigo. Y lo convencí. No cabía en mí de la felicidad cuando vi que Víctor reanudaba la conversación. Y cual no sería mi sorpresa al darme cuenta de que recomenzó, nada más y nada menos, que hablando de mí.

-¿La extrañas mucho?- Víctor pareció dudar unos instantes antes de continuar-. Quiero decir, como eran tan unidas.

-No la extraño para nada, porque siempre está conmigo- le contestó Sandra, algo abrumada.

Pobrecita, se le notaba a leguas que se moría de ganas de llorar. Decidí no intervenir para consolarla, de seguro Víctor también haría un gran trabajo. Si tan solo pudiese decir las palabras exactas, pulsar los nervios precisos, tal vez mi querida Sandra lograría a ser la de antes.

-Yo lo extraño mucho- Víctor retomó la celebración y yo ya bailaba de la emoción-. No quiero que me malinterpretes, también comprendo lo que quisiste decir. Yo también lo siento junto a mí muchas veces. Pero aun así, no es lo mismo. Bueno, no es lo mismo que estar con personas, ¿me entiendes?

Ajá. Unas pocas palabras de Víctor y yo saltaba y celebraba como si hubiese ganado la maratón  ¿Viste, Sandra? ¿Escuchaste? "No es lo mismo que estar con personas" dijo él. ¡Cuántas veces te he dicho lo mismo! Le susurro y ella parece no hacerme caso, concentrada en lo que le sigue diciendo Víctor. Sí, le está contando de cuando iba con Jorge al cine cuando eran pequeños. Y ella asiente y, si mis ojos no me engañaban, había una pequeña mueca de interés en su rostro. Oh, la mueca se transforma en sonrisa con la anécdota de la bicicleta. Y sí, créanlo o no, en risa clara y refrescante cuando ella le cuenta a Víctor cómo Jorge se me declaró (un secreto que solo nosotras y Jorge, por supuesto, conocíamos).

Oh, estaba tan feliz de ver a Sandra contenta. Tan feliz que me sentía en el cielo. Y, ¿me podrán creer? Al cielo me mandó esta tonta. Tal y como escuchan, ella se sintió tan bien conversando con Víctor que por fin me envió para acá. A penas llegué Jorge me vino a saludar. Él está acá desde hace unos meses, me contó. Víctor fue el último que lo dejó partir, pero solo lo logró luego de 9 meses ininterrumpidos de terapia.

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-Oye- me dijo Jorge mientras nos abrazamos al vernos-, ¿por qué tardaste tanto? Te he extrañado montones. Yo estoy acá desde hace siglos, o al menos eso me parece a mí.

-Es que Sandra aun se siente culpable por nuestra muerte, la muy boba. Por eso no me dejaba venirme. ¿A que no adivinas quién pudo alegrarla finalmente?-le dije coquetamente.

-Ni idea- me contestó él con sinceridad.

-Víctor- hice una pausa dramática, dándole tiempo para que se sorprendiera-. Y si todo sale bien, ellos terminarán casándose algún día. Eso te lo aseguro.

Jorge no está tan convencido como yo de que ambos sean pareja a futuro, mas a mi me parece una tierna idea. Que se casen, tengan muchos hijos, se mueran viejitos y nos vengan a saludar juntos, a Jorge y a mí. Por mientras, me quedaré conversando eternamente con Jorge, mi buen amigo, el amor de mi vida. Para matar el tiempo en el Cielo, no vaya a ser que nos muramos de aburrimiento.

Autora: Ratona De las calabazas

14 de diciembre de 2012

Ficción


Siempre había escuchado que la realidad supera a la ficción. Esa es una frase hecha, mil veces repetida por transeúntes ignorantes al encararse frente a un hecho que, desde su pobrísima concepción de mundo, escapa de lo común. Una idea idiota y falsa, desperdigada, esparcida como veneno sobre las personas. Lo cierto es que no existe realidad ni ficción, o al menos yo no puedo vislumbrar ninguna diferencia entre una y otra. Para mí, sólo existen historias. Pero, hasta aquella mañana, había vivido historias aburridas y predecibles. Nada aterrador, cómico, emocionante, claustrofóbico, espiritual, irónico, divino, o una pizca interesante. Me pertenecía la historia de una estudiante, simple y promedio, de una universidad anónima entre tantas otras… respirando en una ciudad cualquiera. Pero las historias suelen girar, complementarse, fundirse, traspasarse. Y lo hacen en momentos impredecibles para los protagonistas.

Entro al baño sin mucho apuro, sin mayor necesidad. Para cumplir un trámite, por así decirlo. La puerta que da al pasillo está semi abierta, y en el interior una muchacha lava sus manos. Su pelo tiene un tinte rubio gastado, sin brillo ni naturalidad, con tres centímetros de raíz oscura sobresaliendo; su ropa es una mezcla de estilo deportivo y hippie venido a menos, con pantalones de buzo y poncho de lana; sus manos son delgadas, de dedos largos y uñas claras, se mueven con velocidad bajo el agua que desciende desde la llave del lavamanos abierta; la expresión de su rostro es incognoscible (incognoscible, que extraña palabra. Me pregunto como podemos conocer que no podemos conocer algo…). Los detalles de la muchacha me llegan al mismo tiempo, pero no logro procesarlos. Es una mirada rápida, sin ver. Ella levanta su vista y me mira un instante. Idéntico: ver sin ver. Creo que nadie ve a nadie en los baños públicos. O, más bien, nadie desea ver a nadie, simplemente nos limitamos a sentir extrañas presencias que invaden nuestra privacidad inexistente.
Desvío la mirada y me dirijo a los precarios cubículos individuales. Debo subir un pequeño escalón y al momento recuerdo cuanto odio despierta en mi interior ese simple hecho: que los cubículos estén un nivel sobre el resto del baño. Dejo el pesado bolso, cargado de cuadernos de hojas manchadas con información vaga, dibujos ociosos y conversaciones entre clases, que llevaba colgando de mi hombro en el suelo embaldosado. Cierro la puerta del cubículo y deslizo con lentitud el pestillo para cerrarla.

Ahí es cuando sucede.

Mi mano derecha no puede desprenderse del pestillo cerrado, mis pies no logran moverse ni reaccionar de ninguna forma, mis manos, mis brazos, mi cabeza… Mi cuerpo completo no me responde. Sin embargo, mi respiración se acelera súbitamente. Mi pulso sanguíneo retumba en mis oídos, como esos tambores de tribus africanas que muestran en los viejos documentales que repiten en Televisión Nacional los domingos en la tarde. El golpeteo es acompasado, con un ritmo específico y constante. Un golpeteo melodioso. La puerta exterior del baño, que yo había cerrado al entrar, se comienza a abrir lentamente. Lo sé porque puedo escuchar los chirridos resbalosos a través del tambor de mis pulsaciones. Pero otro sonido opaca al de la puerta abriéndose. Es un grito, uno de mujer bastante agudo, pulmóneo, digno de protagonista de película de terror adolescente norteamericana.

La chica rubia desteñida está gritando con todas sus fuerzas.

Intento moverme, mis manos, mis piernas, mi cabeza. Todo resulta infructuoso. Una imagen llega a mi mente: juegos de niños, cuando un toca al otro con la palma de su mano y le dice “congelado”. Así es como me siento. Todos mis intentos por moverme fracasan. El pestillo no se mueve ni un milímetro. La muchacha se ahoga, se calla, cae al piso. Yo escucho todo atentamente, con los tambores africanos de banda sonora. Pero un nuevo sonido entra a jugar en la improvisada sinfonía. Alguien o algo avanza desde la puerta. Pero este nuevo sonido es un no sonido. No lo puedo escuchar, porque me recuerda a zapatos de tacón caminando sobre las baldosas, a neumático de auto frenando intempestivamente en una esquina mal asfaltada, a patas traseras de langosta intergaláctica que va dejando rastros de pus y sangre. Es ningún sonido y todos. Incognoscible, que graciosa palabra. Pero eso no es importante. Lo que importa es que el no sonido me indica que … avanza desde la puerta.

Escucho como la muchacha se arrastra, sus zapatillas rechinan al contacto de las baldosas mojadas. Su respiración se vuelve más agitada que la mía, comienza a sollozar. Palabras salen de su boca, supongo que son ruegos mezclados con preguntas a medio formular, salmos perdidos entre gemidos. El no sonido avanza aumentando su velocidad, que en un principio era precaria. Llega a poca distancia desde donde escucho la respiración de la chica. Un nuevo sonido, tan real y cercano que me extraña no estar directamente frente a su procedencia. Un sonido que, hasta ese instante, me era desconocido. Le siguió uno conocido: un líquido derramado con violencia, salpicando piso, paredes, puertas y lavamanos, o al menos así me lo parece. Ya no escucho la respiración de la muchacha, es reemplazado por el gutural y agobiante sonido de un animal devorando comida con vehemencia. Este nuevo sonido perdura solo pocos segundos. El no sonido se aleja, lentamente, y sale del baño… cerrándose la puerta detrás de él.

Al oír ese clic metálico de la puerta cerrándose mi cuerpo reacciona, descorro violentamente el pestillo y abro de un golpe la puerta. Mis ojos se enfrentan a lo que antes sólo pude escuchar: el piso del baño está inundado en sangre. Las paredes, los lavamanos, los espejos, las puertas, parte del techo también están manchados. Es sangre aún tibia, lo puedo notar por las ligeras volutas de vapor que se elevan formando pequeños círculos. Bajo del escalón que odio y miro en dirección de donde debiera encontrarse la chica, de donde mi cerebro situó por última vez el sonido de su respiración. En ese lugar sólo veo un cuerpo abierto, rasgado desde el bajo vientre hasta el pecho, sus órganos sobresalen de forma sanguinolenta y burda, como en los efectos de películas de bajo presupuesto: un poco de salsa de tomate y todo está listo. El rostro de la chica está desfigurado, su boca entreabierta, tal vez en un último intento de lanzar un grito; su cabello está empapado en sangre, lo que mejora bastante su aspecto al pasar desde un rubio horrible a un rojo furioso. Me odio inmediatamente por ese pensamiento. Me acerco y mis pasos resuenan, salpicando la sangre del piso. Recuerdo el sonido para mi desconocido y lo asocio a la escena que se presenta ante mis ojos: aquél era el eco de un cuerpo partiéndose.

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Por alguna extraña razón me agacho y apoyo mi mano sobre su corazón expuesto. Al parecer, es lo único totalmente indemne que queda. Retiro mi mano y la roja sangre que se había posado en ella regresa al cuerpo en el piso. Mi mano queda limpia, sin la menor mancha. Asombrada, repito la acción. Obtengo el mismo resultado. Lo intento una vez más. Igual. Bajo la mirada y observo como mis zapatos, que debieran estar empapados en sangre, están completamente limpios. Salto y salpico. Me mancho adrede. Ninguna mancha de sangre carmesí se queda impregnada. Entonces comprendo. Levanto mi mirada y me veo reflejada en los espejos sucios. Me veo tal cual soy. Me veo como no lo he vuelto a hacer. Le sonrío a mi reflejo. Me volteo, recojo el bolso del suelo del cubículo, me acerco lentamente a la puerta de salida. Mi mano se apoya en el pomo de la puerta, el pomo con sangre. “Así que llegó hasta aquí”, pienso con algo de picardía. Abro la puerta, afuera pasan unos cuantos estudiantes, ninguno me mira. Salgo. Me volteo. Escucho con inmensa satisfacción el cálido clic metálico al cerrar la puerta. 

Autora: Ratona De las calabazas.

13 de diciembre de 2012

Juana

La celda estaba oscura pero ella no lo había notado. Le había solicitado a las sirvientas que se retiraran hace horas, avisando que deseaba orar a solas. Desde ese momento se había hincado, mas no para orar. Simplemente había dejado a su tristeza fluir, anegando sus ojos. Extrañaba tanto la corte virreinal que lo sentía como un dolor permanente en el pecho, ahogando no solo su respiración sino que también ideas y pensamientos. No se explicaba cómo se había dejado convencer para alejarse de ella. Pero tras horas de rodillas volvió a su reflexión original: no tenía otra salida. No existe un lugar para una mujer en el mundo de las ideas. Ni siquiera a la protegida de la virreina se le permitiría tal honor.

Extrañaba a sus amigos, las tertulias, a su amada virreina y, sobretodo, a Leonor. Ya no podía soportarlo, tener que sacrificar todo y a todos por dedicarse a su pasión. Juana se debatió entre sus amores y pasiones toda la noche, sollozando a veces y otras en silencio. Una luz anaranjada comenzó a inundar el habitáculo, distrayéndola momentáneamente de sus cavilaciones. Miró hacia la ventana y notó como aun faltaban al menos dos horas para el claro del alba. La luz provenía desde algún lugar del entrepiso, sin embargo, no lograba identificar su procedencia. Juana se levantó y comenzó a pasearse por la celda en busca de la fuente del faro luminoso cuando un segundo suceso llamó su atención.

El espejo de bronce de su recámara, que era más alto que la propia Juana, también se hallaba sumergido en la cálida luz, pero poco a poco una nueva forma iba apareciendo en el reflejo. Un color azul vaporoso parecía ir conformando un vestido suelto con bordes difuminados. Quién vestía estos trajes fue conformándose paulatinamente, hasta que finalmente tuvo una apariencia identificable. Juana vio en el reflejo de su espejo a una hermosa mujer de piel clara, ojos azules y ondulado cabello color fuego. Un lucero brillaba en la esquina izquierda del espejo, otorgándole luz propia a la joven. Ella le extendía ambos brazos, ofreciéndole un objeto. Juana se acercó y pudo distinguir como la mujer le ofrecía un rosario con ambas manos. También pudo notar que la mano izquierda de la dama se afirmaba en el borde del espejo.

Sin palabras observó a la mujer enmudecida, sus pensamientos fluyendo en una ola imparable. Sin duda sus temores y dudas, sus penas y las injusticias le había acarreado un milagro. Se lamentó un momento ya que, sin duda, después de este hecho estaría obligada a creer en Dios y en los milagros. Esperó una acción por parte de la figura en el espejo sin obtener respuesta. Ella solo extendía los brazos, ofreciendo las blancas cuentas que colgaban de sus manos. 

-¿Quién eres?-fue la única pregunta que pudo nacer de los labios de Juana.

La respuesta la escuchó directamente en su consciencia. Y Juana supo que su destino era escribir, sin importar los sacrificios ni penurias. Sí, su vida languidecería en aquel claustro y moriría de una enfermedad horrible sola en su celda. Sí, sus últimos años estarían restringidos a las labores exclusivas de una monja, dejando de lado todo por lo cual ella vivía. Y sí, ella aceptaría este alto precio. Porque la doncella del espejo le había prometido la eternidad. Juana se acercó al espejo y aceptó el precioso rosario de perlas que le alcanzaba a través del espejo. Lo apretó con ternura contra su pecho. Un verso por cada cuenta.

-Pero, ¿qué haré si dudo? ¿Qué haré cuando se acaben las cuentas?

Y reina Mab, desapareciendo entre la nebulosa azul, le susurró estas palabras: Comienza otra vez.

Autora: Ratona De las calabazas.

12 de diciembre de 2012

Biblioteca

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Los estudiantes de literatura se pasean por los estantes de la apacible biblioteca. Pero apacible en apariencia, porque bastaba acercarse a los polvorientos volúmenes adormilados para que éstos despertaran y clamaran atención. Los estudiantes, alegres, acuden a sus llamados y comienzan los juegos con Cervantes y Quevedo, las travesuras con Borges y Cortázar, las largas tertulias con Lazarillo y el Cid, las correrías con los Buendía, las discusiones con Unamuno y su sombra, las persecusiones tras Bolaño. Tras horas y horas de esfuerzos, los estudiantes caen rendidos uno a uno, hasta que sólo se escucha a lo lejos las risas contenidas de un estudiante solitario y Tolstoi.

Autora: Ratona De las calabazas.

11 de diciembre de 2012

Plegarias

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En el nacimiento del mundo, cuando la deidad creadora se afanaba en darle hermosas figuras a los seres vivo primigenios, las plantas comenzaron a adorar a su Dios. Muchas produjeron aromáticas y hermosas flores, otras crearon formas extravagantes o las más particulares hojas. Otras tantas maravillaban con sus deliciosos frutos, compitiendo todas por la gracia divina. Pero fue una humilde planta la que llamó la atención de la deidad creadora. Era una pequeña planta, suculenta y colgante, cuyas hojas habían adoptado la forma de diminutas esferas. Una esfera por cada plegaria a su Dios, infinitas en su constante crecimiento.

Según los científicos su nombre es Senecio rowleyanus. Pero los Cielos cantan glorias a su verdadero nombre: Rosario.

Autora: Ratona De las calabazas.

10 de diciembre de 2012

Salto de fe

Todo comenzó con un salto de fe. Él siempre supo que no era como sus hermanos pero solo tuvo oportunidad de probarlo hasta que su dueño engordó. Cuando intentó abotonar su antiguo chaquetón invernal el pequeño botón supo que esa era su oportunidad. Se preparó, tomó aire y se lanzó al vacío. Sintió como su espíritu se liberaba, lleno de expectativas y ansias por su futuro. Él lograría ser alguien importante.

Saludó a sus hermanos que lo despedían con vítores mientras caía y caía. Hasta que terminó su descenso en un charco de agua sucia y los vítores de sus hermanos se transformaron en risas. Mas su espíritu no se abatió y decidió destacarse más que nunca, incluso en ese pequeño charco. Una mujer que pasaba por allí lo pisoteó con su tacón, un niño en bicicleta lo aplastó, un hombre lo ignoró. Pero unas arrugadas manos lo recogieron, limpiaron y llevaron consigo. En el camino sintió como las manos ancianas lo cuidaba y mimaban y, al llegar a una casa, volvían a coser.

El pequeño botón se sorprendió. Ya no era parte de un viejo chaquetón. Las amorosas manos arrugadas lo había convertido en un ojo de un hermoso oso de felpa. Su compañero botón derecho le guiñó el ojo mientras los envolvía, radiante de felicidad. Y ambos vieron el rostro radiante de una pequeña niña una mañana de Navidad.

Autora: Ratona De las calabazas.

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9 de diciembre de 2012

Ideas

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Las ideas e informaciones flotan bajo el cielo raso, buscando caminos, vías y entradas. El salón es diminuto, de modo que deben apiñarse para dar lugar a las nuevas que van llegando. Cuando ya no pueden más, deciden formar un frente común y abrirse paso por donde fuera con tal de poder ingresar. Una oportunidad... se les escapa por un bostezo. Otra... cabecea y desaparece. Una última oportunidad... desaparece tras una mirada ausente. Las ideas mueren poco a poco, vaciando el salón de clases.

Autora: Ratona De las calabazas.

8 de diciembre de 2012

Amor


La luz de la luna llena colmaba la estancia bosqueja. Como los faros de otros mundo que iluminan la llegada de las naves a la costa, la luna ofrecía su foco natural a las hojas, ramas y hierbas, que se erguían orgullosas al sentir sus rayos platinos. Perdido entre la arboleda blanquecina avanzaba confuso el pequeño duende Arlequín. Aunque la noche era clara, las sombras alargadas y sobre expuestas en la extensión del camino turbaban su vista y mente, y asustaban su delicado corazón.

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Lo vio correr entre musgos y raíces  a la pura luz de la noche una pequeña flor blanca, que sólo se despertaba para contemplar a su hermana en el cielo diamantino. Lo vio pasar y amó sus gestos, su figura, su prisa y su temor. El amor a primera vista traspasó las venas de salvia de la pequeña flor. Su primer amor fue un duende Arlequín que pasó a su lado una noche y que nunca más vio.

Autora: Ratona De las calabazas

7 de diciembre de 2012

Olvido

Uno, dos, tres, cuatro, cinco... diecisiete, dieciocho, diecinueve...

Se detuvo un momento a mirar por la ventana hacia el hermoso paisaje que le ofrecía. El suave azul del cielo, el profundo azul del mar, las aves marinas. Se despabiló y volvió a su labor.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco... veintiuno, veintidós, veintitrés, veinticuatro...

Se dirigió a la cocina para beber un poco de agua. Aprovechó para estirar su cuerpo, si no se movía en mucho rato le daban calambres.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco... ochenta y nueve, noventa, noventa y uno...

Bostezó unos instantes.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco... doscientos seis, doscientos siete, doscientos, ocho...

Parpadeó.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Verán, no es que ella extrañara mucho a su marido. Solo era muy mala para recordar en qué hilera del tejido   iba.

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Autora: Ratona De las calabazas.

6 de diciembre de 2012

Adornos

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Temblaba el pobre ángel en la punta del Árbol. Simeón preparó su salto, calculó las distancias y ¡zas! atrapó su presa. Del adorno solo quedaba una areola doblada.

Y es que no solo a los niños les gusta la Navidad.

Autora: Ratona De las calabazas

5 de diciembre de 2012

El dragón y su tesoro

Todo el mundo sabe que los dragones aman sus tesoros. Duermen sobre ellos, los protegen y matan a cualquiera que ose acercarse a ellos. Y así como sabemos esto también sabemos que siempre habrá aventureros que intenten robarle su tesoro al dragón. Pues bien, yo soy uno de esos aventureros y esta es mi historia.

La ubicación de la guarida era conocida por todos pero nadie nunca se atrevía entrar, ni siquiera pasaban por las cercanías. Una gran cueva, oscura y caliente por el aliento del dragón, se encontraba hacia la derecha del camino. Su acceso era bastante ameno, su interior no. Me armé de valor y di mis primeros pasos en el interior de la cueva.

Para mi sorpresa, el dragón no se veía por ninguna parte. Al poco andar pude sentir unos fuertes ronquidos que provenían de la parte más alejada y profunda de la cueva: ¡Cuál fuera mi suerte, el dragón está dormido! Sin poder dominarme me acerqué rauda al tesoro y simplemente no lo podía creer. Diamantes, perlas, rubís, oro, plata, malaquitas, nefritas, jades, topacios, amatistas... y escondido entre tantas piedras preciosas y monedas un glorioso zafiro del cual no pude despegar mis ojos.

Tomé todo lo que cupo en mi bolsa y cargada con su peso me dirigí a la salida, solo para encontrarme frente a frente con el dragón. Y quién diga que los dragones no dan miedo de seguro nunca ha visto uno. Sus ojos rojos chisporroteaban odio, por los orificios nasales emana humo que no auspiciaba nada bueno y su hocico... bueno, para que hablar de lo obvio. Pero no fue una ardiente llamarada lo que salió de sus fauces, sino un peculiar ofrecimiento:

-Solo puedes llevar uno. Tendrás que escoger.

Ante la sorprendente propuesta no titubee más de dos segundos. Regresé a dejar todo mi botín a su lugar (para en agrado del dragón) y volví con mi amado zafiro en las manos. El coloso ser me miró con desprecio, retrocedió unos instantes y anotó algo en un inmenso registro.

-Lo debes devolver en una semana. Sin retraso.

Y con la condena del dragontecario acuestas, me alejé paso a paso de la bibliocueva.

http://www.ige.org/WebRoot/acens/Shops/ige_org/4B0D/2B57/F097/6209/C91F/0A01/00CB/D67F/L014_zafiro_tailandia_zonado.JPG
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Autor: Ratona De las calabazas.

4 de diciembre de 2012

Seres

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Al llegar a la esquina la luz del foco parpadea, distorsionando los reflejos de una vitrina comercial. Ya no puedo observar mi figura ni la de ninguno de los transeúntes nocturnos. En cambio, unas criaturas de luz y electricidad caminan por las calles, devoran los edificios. Figuras fantasmagóricas que respiran neón, vomitan Coca-cola fluorescente y guiñan sus ojos destellantes al ritmo de unos villancicos. Animales fantásticos que ofrecen perfumes, comida, ropa y sexo a destajo. La luz del foco se estabiliza y mi rostro me devuelve la mirada desde el vidrio. Pero ya lo sé. Los seres habitan la ciudad.

Autora: Ratona De las calabazas.

3 de diciembre de 2012

Instrucciones para cobrar un cheque a las 13.55 (Colaboración)

Primero que todo, darse cuenta de la hora que es.
No dude del tiempo sobrante; lo logrará si es fuerte.
Encomiéndese a Dios, Alá o a quien usted venere.
Ármese de valor y de paciencia, porque serán los minutos más largos y estresantes de su vida.
Métase en la fila, pero de buena forma.
No desespere aún de la lentitud de esta.
Ruegue a sus deidades por que el jefe no lo reprenda por llegar tarde.

Si realmente ya no aguanta más y quiere salir lo antes posible, entonces:

Conjure contra sus enemigos de la fila.
Encenáguese en sus dramas.
Enciéndase en ira.
Expela los garabatos de su boca.
Franquee, sin temor, a las demás personas.
Vacile en sus impulsos al ver a la abuelita frente a usted.
Gimotee como un niño por ser buena persona y no haber atropellado a la anciana.
Consuele las penas con su dios; total, falta poco.
Cuente hasta diez, pues dicen que así se reduce el enojo.

¡La abuelita por fin terminó su trámite! Ahora es su turno:

Reconcíliese con usted mismo.
Búrlese internamente del resto de la fila.
Separe el cansancio de su fingido rostro de alegría.
Y, finalmente, desfallezca por notar recién que olvidó el cheque en el trabajo.

Autor: Guilty Tenshi/  Fuente original: ~Spread Out Your Wings and Fly~

2 de diciembre de 2012

Prisión

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Avanzó con decisión, sabía que esta vez lo lograría. No recordaba cuánto tiempo había pasado desde que había volteado en esa dirección, pero estaba seguro de que era la correcta. TENÍA que ser la correcta. Aumentó su velocidad al ver un destello en el fondo, con ansías desatadas se lanzó tras la luz. Y chocó estrepitosamente contra una barrera. Estaba tan seguro de que lo lograría, de que esa vez conseguiría encontrar una salida. Pero ese nuevo fracaso no impediría que siguiera buscando. Hizo una breve introspección, intentando visualizar el lugar desde donde venía con anterioridad y las distintas rutas que ya había recorrido.

Se sintió desfallecer. No había lugar al que no hubiese dirigido su empeño, no había dirección que no hubiera probado ya. Sintió el peso de su condena interminable caer de pronto, como unas cadenas que aprisionaban su cuerpo hasta despedazar cada trozo de su ser. Una luz distrajo sus lamentaciones. Un brillo sobre él, que no había visto antes. Nunca se había dirigido hacia allá, nunca había intentado "escapar hacia arriba". Se precipitó hacia esa dirección, esperando, confiando, rezando. Esa era su última oportunidad.

Al aproximarse a la luz vio una barrera, mas esta era distinta a las otras. Más diluida, transparente... quizás ¿traspasable? Lo intentó con cuidado en un comienzo, ya había tenido malas experiencias con anterioridad. Y vio como poco a poco su cuerpo franqueaba los límites, se acercaba a la ansiada libertas. Y se lanzó de lleno. Más no fue libertad lo que encontró, solo la muerte. La muerte era la única que le ofrecía la mano para liberarlo, pero él rechazó el ofrecimiento. Retrocedió en su empeño, cayendo cada vez con más diligencia. Y nadó el resto de su vida, con la certeza de que lo único que evitaba su liberación era el inmenso temor al fin de su propia existencia.

1 de diciembre de 2012

El duelo

Ya no habían más palabras para pronunciar. Todo ya había sido dicho y escuchado. A pesar del mutuo respeto que ambos pistoleros tenían por el otro sus infranqueables diferencias finalmente los había llevado a esto. Tal y como acordaron, cada uno apareció por la esquina designada de la calle Mayne al clarear el alba. Ni una sola alma transitaba el pueblo a esa hora. Se miraron a la distancia y asintieron en señal de reconocimiento.

Bill levantó su mirada hacia el cielo. El azul claro del cielo matinal le pareció una perfecta vista para su probable muerte. Escupió un poco de tabaco y rascó su oreja. No era nada excepcional, pero parecía un buen día para morir. Al otro lado, Jebediah tanteaba sus bolsillos maldiciendo por lo bajo hasta que encontró lo que buscaba. Intentó estirar la arrugada fotografía de su madre, amarillenta y opaca a la vez. La contempló unos instantes y volvió a guardarla, rezando un pequeño Padre Nuestro en su memoria.

Llegó la hora acordada. Ambos desenfundaron y dos disparos se escucharon en el pueblo. Bill resintió el impacto, por un instante pareció ingrávido y luego fue cayendo hacia atrás. Al dar contra el suelo una nube de polvo se levantó a su alrededor. Jebediah se acercó lentamente hacia su contrincante y pudo ver como una mancha roja se extendía a su alrededor. Se agachó con cuidado a su lado y esperó unos instantes.

-Bill -susurró con lentitud Jebediah-, Bill...

Bill abrió los ojos y le sonrió. Jebediah extendió su mano y Bill la aceptó, levantándose con cuidado.

-Ahora me toca matarte- le indicó Bill mientras Jebediah retomaba su posición original y el sol regresaba a su posición en el oriente-, ten cuidado al caer, yo me di en todo el culo.

Autora: Ratona De las calabazas.

http://images.wikia.com/inciclopedia/images/archive/0/0c/20090611201654!Sangre.jpg
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30 de noviembre de 2012

El niño del tiempo

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Un niño vive en las arenas del tiempo. Siempre juega con los granos de arena, los cuenta, los ordena. Él sabe perfectamente cuando va a ocurrir cada hecho en el mundo, sabe que nadie está atrasado o adelantado, todos viven en el preciso tiempo del mundo. Cuando el niño de las arenas del tiempo se aburre de jugar con los engranajes de las almas, se pone a saltar, da vuelta su casa y todo vuelve a comenzar.

Autora: Ratona De las calabazas.

29 de noviembre de 2012

Enredos

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La fiesta de amigurumis estaba en su apogeo, todos bailando y celebrando el nacimiento de un nuevo compañero. El crochet y la lana estaban entusiasmados tejiendo un osito celeste. Pero como todas las fiestas terminó en una gran discusión, porque llegó el gato Simeón y todo fue un enredo.



Autora: Ratona De las calabazas

28 de noviembre de 2012

De sustos y disgustos

Para todos es normal escuchar relatos de fantasmas, aparecidos y ánimas. Que ven una sombra extraña, una fuerza salida de la nada cierra la puerta por fuera, escuchan que son llamados por su nombre cuando no hay nadie cerca. Las presencias de los difuntos son tan comunes que muchas personas ya no les tienen miedo. Es más, el cine solo ha potenciado esta insensibilización a punta de películas repetidas, mal planteadas, con tramas flojas y efectos especiales de tercera o cuarta categoría.

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Esta realidad me hace sentir triste y algo frustrada. Sobretodo cuando te esfuerzas tanto como yo en una labor tan poco apreciada. La última vez quise sorprender a un mortal en un momento inadecuado: cuando estaba en el baño. Azoté fuertemente la puerta cerrada, prendí y apagué las luces y agregué un poco de atmósfera terrorífica. Él solo respondió: "Está ocupado".


Autora: Ratona De las calabazas.

27 de noviembre de 2012

El viejo mundo (Colaboración)

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En Palos no lo podían creer. Los marinos lo miraban impresionados, como si fuera un monstruo surgido desde más allá del fin del mundo, mientras que otros pensaban que era el espíritu corrompido de aquel loco que se aventuró a buscar una nueva ruta a Las Indias. 

Una pequeña embarcación se acercaba de forma calmada, bamboleándose suavemente con el oleaje. Finalmente se acercó al muelle y subió por las escaleras. Era un hombre de piel morena, como los moros, pero sin barbas ni ropajes; solo tenía unas pieles como vestimenta y unas cuantas plumas multicolores colgando de su cuello.

De su barcaza tomó un gran atado de hojas que parecían envolver un cuerpo humano. Miró a los marinos estupefactos y en una lengua que vagamente parecía español, les dijo:
"Tomar hombre suyo; no volver a llevar porquerías a nuestra tierra" y se fue con la misma marea que lo trajo. 

Autor: Guilty Tenshi. /Publicación original: ~Spread Out Your Wings and Fly~


26 de noviembre de 2012

La cena de navidad

La Noche Buena pasada tuvimos un milagro navideño en nuestra casa. Ya se aproximaba la media noche y todos nos disponíamos a degustar de la deliciosa cena de Navidad de nuestra abuela. Riquísimos postres, pan de pascua casero, pero el plato principal siempre es su pavo relleno.

Solo que esta vez el pavo tomó más protagonismo del esperado. Cuando mi abuelo se acercó a trozarlo el pavo se levantó por los aires y salió volando en dirección a la cocina. Con el afilado cuchillo en su mano mi abuelo solo atinó a decir "Por todos los santos, un milagro de Navidad". Y comenzó a contarnos como en el nacimiento del niño Dios los animales habían hablado, por lo cual no era de extrañarse ver un pavo volar. Todos escuchamos muy atentos sus historias y, por supuesto, nadie le mencionó haber visto a Maullitos tirar del mantel para adueñarse de una apetitosa cena en la cocina.


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Autora: Ratona De las calabazas

25 de noviembre de 2012

Los faroles

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Aunque muchos no lo crean los duendes existen. No solo en países lejanos de Europa, acá también hay. Se esconden muy bien de las personas y por eso siempre pasa desapercibidos. Los niños pequeños pueden verlos con mayor facilidad porque están más atentos a lo que pasa a su alrededor, no como los adultos que siempre piensan más en ellos que en el resto de las cosas vivas.

Hoy vi un duende jugando en un farol. De esos decorativos que colocan como luminarias en las calles, junto con las flores ornamentales. Estoy segura de que él se dio cuenta de que lo vi porque cuando giré mi cabeza para verlo mejor ya no estaba. Los adultos dirán "fue tu imaginación, un efecto de la luz" o quién sabe cual otra excusa se puedan inventar. Pero tú y yo sabemos que fue real. Y el duende también.

Autora: Ratona De las calabazas.


24 de noviembre de 2012

La eterna batalla (Colaboración)


Pese a todos los intentos de mantener su fortaleza impenetrable,  todos los días las pulgas pierden su batalla contra el mar. Pero  cada mañana, cuando el sol se recoge a descansar, las pulgas rearman sus defensas.

Autor: Guilty Tenshi.

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