16 de noviembre de 2012

Ramiro y Patrifulca

Él era un peluche, pero uno feroz. Su color verde combinaba a la perfección con su personalidad sobreprotectora y a la vez refrescante. Solía hacer rechinar sus puntiagudos dientes, solo por el gusto de escuchar su sonido. A Patrifulca no le gustaba que hiciera eso: el ruido era muy molesto y lograba que sus propios dientes le dolieran. Cada vez que lo hacía, Patrifulca le daba un golpecito en la cola, solo como recordatorio. Para que supiera quién manda en la casa. Como respuesta siempre recibía un mordisco.

Cuando salían de excursión, Ramiro era quién iba en la avanzada. Después de todo, cualquier monstruo no se enfrenta con un gigantesco cocodrilo, aunque este sea de peluche. En las batallas, sin embargo, era Patrifulca la que se llevaba la peor parte. Siempre rescataba a Ramiro en el momento justo, en una ocasión tuvo que realizar un salto mortal desde un empinado risco para evitar que una horda de pelusas asesinas acabara con él. Ramiro a veces se pasaba de feroz y no medía sus verdaderas fuerzas.

-Papá, creo que Ramiro es demasiado audáz- comentó una noche Patrifulca-. Nunca me hace caso y por eso siempre acaba metido en problemas.

-Esa es su personalidad, amor- le replicó su padre-. Puede que en verdad sea demasiado audáz, como tú me dices. Pero eso también significa que es muy valiente. Y que, más que nada, hace todo para protegerte.

Pat meditó esa noche las palabras de su padre. O lo intentó al menos, entre los rechinidos de los dientes de Ramiro. A la mañana siguiente le propuso que salieran en una breve travesía. Esta vez irían más allá de los límites de la Cordillera Fantasmal, aquella que está llena de seres blancos aterradores. Pero en esta oportunidad Patrifulca no intentó rescatar a Ramiro cuando vio sobrepasadas sus fuerzas. Sabía lo que tenía que hacer.

Al anochecer, Pat se rebujó una vez más con Ramiro. Pero su padre notó algo diferente. Un poco de relleno se salía de su cola. "Heridas de guerra, papá" murmuró Pat adormecida, cuando su papá le preguntó qué le había pasado. "Ahora Ramiro está orgulloso, porque esta vez él me ha salvado".

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Autora: Ratona De las calabazas.

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