10 de enero de 2013

Zombies

Mis horas están contadas. Mis segundos de vida se desvanecen rápidamente. Saber el día y la hora de tu muerte puede tener más de un inconveniente, después de todo. Puedo sentir como mi carne se pudre poco a poco, puedo ver como mis compañeros se alejan, escapando de la enfermedad y la sombra del deceso.

Miro el reloj en la pared y comienzo a rezar. Solo un minuto, mi último minuto de vida. Que estupidez, no puedo hacer nada para evitarlo. Solo cierro los ojos. Espero. Y muero.

Ya he muerto. Eso lo sé, ya pasó la hora definitiva. Estoy muerto, pero no me he ido de aquí. Por una esquina aparece una criatura, se acerca a mi y me toma en sus garras. Cambia algo en mí, no puedo saber qué. Me ha dado tiempo de vida, eso lo sé, pero yo estoy muerto ya. Es una vida prestada, una vida que no es mía, una vida que no es vida.

La criatura me deja delante de todos mis ex-compañeros. Ellos, los vivos, siguen en la retaguardia. A mi me han puesto en la línea de ataque, en la línea de avanzada. Miro a mi lado y veo a compañeros que creía muertos, pero que siguen aquí igual que yo. Con vidas falsas, tiempo extendido irreal. Esa es nuestra nueva arma de ataque, me explican. Ahora seremos guerreros infiltrados, atacaremos cuando menos se lo esperen. Ellos piensan que seguimos vivos, me dicen. Esa será su perdición.

Fuente Imagen
Otra criatura se acerca a mi, me toma, me examina. Me aprueba, de verdad cree que aun tengo vida y no esta vida-zombie de carne pútrida y conciencia culpable. Sonrío solo para mí. Es tu fin, hermano, le susurro bajito. Y nos alejamos de la sección de carnicería, despidiéndome de mis hermanos muertos que siguen esperando en primera fila, vanagloriándose de su carne muerta con una nueva fecha de caducidad.


Autora: Ratona De las calabazas.

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