Cuando comía los últimos trozos de Pan de Pascua, Simeón apareció en el comedor y comenzó a maullar. El hombre intentó seguir comiendo con tranquilidad pero los constantes maullidos destrozaban sus oídos y su corazón. Se agachó para dejarle un trocito en el suelo cuando notó que Simeón ya tenía un bocadillo propio: entre sus fauces estaban los restos semi devorados de una cucaracha.
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El hombre se levantó de la mesa y se fue del comedor con náuseas, no sin antes dejarle todo lo que quedaba del Pan de Pascua a Simeón. Bueno, admitió el hombre, ese gato sí que sabe ganarse su almuerzo.
Autora: Ratona De las calabazas
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