La luz de la luna
llena colmaba la estancia bosqueja. Como los faros de otros mundo que
iluminan la llegada de las naves a la costa, la luna ofrecía su foco natural a
las hojas, ramas y hierbas, que se erguían orgullosas al sentir sus
rayos platinos. Perdido entre la arboleda blanquecina avanzaba confuso
el pequeño duende Arlequín. Aunque la noche era clara, las sombras
alargadas y sobre expuestas en la extensión del camino turbaban su vista y
mente, y asustaban su delicado corazón.
Fuente Imagen |
Lo
vio correr entre musgos y raíces a la pura luz de la noche una pequeña
flor blanca, que sólo se despertaba para contemplar a su hermana en el
cielo diamantino. Lo vio pasar y amó sus gestos, su figura, su prisa y
su temor. El amor a primera vista traspasó las venas de salvia de la
pequeña flor. Su primer amor fue un duende Arlequín que pasó a su lado una noche y que nunca más vio.
Autora: Ratona De las calabazas
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