Se detuvo un momento a mirar por la ventana hacia el hermoso paisaje que le ofrecía. El suave azul del cielo, el profundo azul del mar, las aves marinas. Se despabiló y volvió a su labor.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... veintiuno, veintidós, veintitrés, veinticuatro...
Se dirigió a la cocina para beber un poco de agua. Aprovechó para estirar su cuerpo, si no se movía en mucho rato le daban calambres.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... ochenta y nueve, noventa, noventa y uno...
Bostezó unos instantes.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco... doscientos seis, doscientos siete, doscientos, ocho...
Parpadeó.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
Verán, no es que ella extrañara mucho a su marido. Solo era muy mala para recordar en qué hilera del tejido iba.
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